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Ademanes asquerosos

No tenía propósito de escribir ni comentar nada sobre el escandaloso ósculo del Presidente de la Real Federación Española de Fútbol
Manuel Villegas
viernes, 25 de agosto de 2023, 09:17 h (CET)

En realidad, ciertamente, no tenía propósito de escribir ni comentar nada sobre el escandaloso ósculo que el Presidente de la Real Federación Española de Fútbol estampó en la boca de una de las componentes de equipo femenino futbolístico de España, que se ha alzado con el triunfo de ser campeón el Mundo. ¡Loor y satisfacción para todos los españoles!

          

En un momento de euforia, y este lo era, se pueden realizar actos de los cuales, en instantes normales, nos avergonzaríamos y los repudiaríamos, pero también podríamos sentirnos orgullosos, según lo hubiésemos ejecutado. Creo que, porque España sea la Campeona, gracias a nuestras jugadoras del Mundo, bien merece un momento de expansión, orgullo y satisfacción.

          

Lo que no es admisible, tolerable, sino repudiable y vergonzoso  por la repugnancia del gesto es, en público y junto a la Reina de España que presenciaba el acto, así como la Infanta Sofía, menor de edad y de Gianni Infantino, presidente de FIFA, que se llevase una mano a las partes pudendas, como signo de superioridad, frente al vencido.

          

Ese acto es barriobajero, indigno y rechazable en cualquier persona. Posiblemente se pueda admitir, no sin manifestar la bajeza de este, en una reunión de amigos en una tasca en la que, el que realiza el gesto, puede decir: “eso se lleva a cabo por mis c…”, o “estos los pongo sobre la mesa, porque yo lo digo” (expresiones muy españolas aunque no pierdan el alto grado de su vulgaridad) llevando la mano a sus genitales. Tampoco es disculpable, pero en una cantina y entre amigos, tiene cierto grado de permisividad

          

Pero, quien ha llevado a cabo tal acto, no ha sido un cualquiera, ni en una taberna sino la máxima autoridad, representante español y presidente de la RFEF, es decir, un señor que ocupa un alto cargo en la organización de nuestro Estado, y cobra su sueldo de los impuestos, por cierto bastante elevados, que pagamos todos los españoles.

          

El inadmisible incidente, fue captado no una, sino dos veces por los medios de comunicación presentes, por lo que no hay duda sobre la veracidad de la acción.

          

Me pregunto ¿con esta postura y actitud a qué altura habrá quedado la imagen de España, aunque sus valiosas mujeres hayan llegado y superado el Campeonato Mundial del Mundo Femenino?

          

Considero que no habrá superado la elevación del betún con el que se asfaltan nuestras calles.

          

Sí, sí, así nos habrá dejado ante las incontables personas que contemplaron en acto, o sea, ante el mundo entero.

          

Pero ¿qué podemos pedir más? si estamos gobernados por una persona que miente más que habla y que el mayor blasón del que puede sentirse orgulloso es de una tesis doctoral elaborada por el “negro” de un “negro”.

          

Sin embargo, muchos españoles no tenemos derecho a protestar, dado que, en las pasadas elecciones, la persona más falaz perniciosa e indigna de gobernar nuestra Patria ha recibido votos suficientes como para ser la segunda fuerza más votada, y que posiblemente valiéndose de sus argucias y trapacerías, pueda revalidar su mandato y gobernarnos, para nuestra desgracia, durante cuatro años, o quién sabe cuántos más.

          

Ciertamente los españoles tenemos lo que nos merecemos.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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