Los países de los BRICS --Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-- han incluido el conflicto del Sáhara Occidental en el documento final de la cumbre que ha concluido este jueves, para reclamar la necesidad de lograr "una solución política duradera y mutuamente aceptable".
En el contexto de la guerra fría, algunos estados cometieron el error de reconocer, inducidos por sesgos ideológicos, a las fronteras ficticias dibujadas por los separatistas saharauis. En realidad, se trataba de una imposición por un aparato de propaganda que representaba a un estado sin territorio, población auténticamente nativa y tampoco con un gobierno dotado de autonomía, dado que se encontraba en total dependencia de la dictadura argelina, que lo había inspirado y sufragado. España es, sin duda, un actor fundamental en el conflicto del Sahara, desde que participó del reparto colonial de principios del siglo XX y realizó una división administrativa de su zona de influencia, estableciendo fronteras que de ninguna manera deben considerarse intangibles. En el caso de las colonias españolas en Sudamérica, de haberse considerado intangibles las fronteras impuestas por la administración colonial española, hoy no deberían existir varios estados soberanos de Latinoamérica. Pero es imposible negar que España es uno de los países responsables del diferendo, gestado en gran parte bajo su responsabilidad, por lo cual es innegable su protagonismo en la resolución del problema del Sahara.
Han transcurrido casi cinco décadas desde que España se retiró del Sahara marroquí, cuando fue superada por los acontecimientos y la "Marcha Verde" desconcertó a un pueblo y gobierno aturdidos por la agonía del Generalísimo Francisco Franco. La ocupación de Ceuta y Melilla, siguen restando coherencia al reclamo español de Gibraltar, tanto como los separatismos que combate en su seno le restan autoridad para apoyar el separatismo del Sahara marroquí. El gobierno español lo ha entendido, y ha dado un giro para respaldar recientemente el Plan de Autonomía propuesto por el Reino de Marruecos como solución al problema. Sin embargo, algunos actores de la diplomacia Latinoamericana se niegan a aceptarlo, aunque la realidad haya sido reconocida recientemente por Israel. Ahora se suma al giro español el mismo BRICs. Los líderes de los países BRICS, reunidos en Johannesburgo el 23 de agosto de 2023, adoptaron la Declaración de Johannesburgo II, en la que reafirmaron su apego al multilateralismo, de acuerdo con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, que defiende la integridad territorial, la no injerencia en los asuntos de los Estados y la solución pacífica de los diferendos. La Cumbre también ratificó el humillante rechazo de la candidatura de Argelia, que no cumple ninguno de los criterios exigidos para formar parte del grupo de economías prósperas. De hecho, ni el presidente Tebboune, ni el primer ministro, ni siquiera el ministro de Asuntos Exteriores, quisieron viajar y afrontar esta afrenta, a pesar de las estrechas relaciones con el régimen de Pretoria. Las opciones y estrategias adoptadas por los BRICS contrastan, cuando menos, con el deseo expresado por Argel de convertirse en miembro de una agrupación con la que, a fin de cuentas, parece tener muy poco en común. Todo parece indicar que Marruecos está cada vez más cerca de ganar la batalla por su integridad territorial.
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