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El nuevo panorama que se dibuja en Siria desde que fuese derrocado el gobierno de Al-Assad (como si de una coincidencia jocosa se tratase, su apellido significa “el león” en árabe) tras 13 años en el poder mezcla las realidades de un presente difícil, un pasado tortuoso y un futuro, para muchos, halagüeño.
España, 1931. La República apenas había echado a andar y ya algunos pensaban que el país necesitaba purificarse a golpe de fuego y ceniza. Tanto que criticaban a la Inquisición, terminaron usando las armas medievales del fuego pero con hermanos contemporáneos. En 1931, España estrenaba República con la promesa de modernidad y justicia. Pero no pasaron muchos meses antes de que esa justicia se tradujera en incendios, saqueos y asesinatos.
Vivimos en un mundo donde lo visible, lo tangible y lo medible parecen tenerlo todo: el éxito se calcula en cifras, los logros se premian con aplausos y el valor de una persona se confunde a menudo con su posición social. Pero ¿y si todo eso fuera solo la punta del iceberg?
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