En la tarde del 4 de octubre, los teléfonos celulares de todo Estados Unidos zumbaron o emitieron pitidos de forma simultánea para poner a prueba el sistema nacional de alerta de emergencias. Algunos medios de comunicación instruyeron a la ciudadanía acerca del simulacro que se iba a realizar y brindaron una advertencia a las víctimas de violencia doméstica: “si usted es víctima de violencia doméstica y tiene un teléfono oculto en la casa, que su agresor desconoce, siléncielo antes del simulacro”. Resultó inquietante escuchar esa advertencia, tomar conciencia sobre cómo una simple prueba de preparación para emergencias podía empeorar la situación de emergencia real y permanente que muchas personas viven.
La violencia contra las mujeres es un flagelo mundial que afecta a personas de todas las razas, clases sociales, nacionalidades y afiliaciones políticas y religiosas. El término ”violencia contra la pareja ínitima” es un sinónimo para describir este problema, pero reconoce que también hay víctimas masculinas y de género no binario. Es importante destacar que la violencia de pareja se puede prevenir. Octubre es el Mes Nacional para la Concientización y Prevención de la Violencia Doméstica en Estados Unidos, un momento para educar y emprender acciones colectivas con el fin de frenar esta pandemia que, con demasiada frecuencia, permanece oculta.
La historia de Tracy McCarter capta de manera dolorosa el devastador impacto de la violencia doméstica. En un galardonado ensayo publicado en el medio de noticias Trutthout, McCarter cuenta con valentía su calvario y describe la cadena de catástrofes que vivió como consecuencia de la conducta abusiva de su marido, del que se había separado.
En conversación con Democracy Now!, Tracy expresó: “En marzo de 2020, vivía separada de mi cónyuge. Él había vuelto a caer en el consumo de alcohol y se ponía violento. Y, cuando bebía, esa violencia se manifestaba en agresiones que incluían la asfixia. Como enfermera, yo sabía exactamente lo peligroso que es el estrangulamiento para cualquier persona. Se considera que esta es una de las formas de agresión más peligrosas que puede sufrir una víctima de violencia doméstica”.
A pesar de que estaban separados, el esposo de Tracy llegaba repetidas veces borracho a la puerta de su casa. La hostigaba tanto a ella como a sus vecinos, hasta el punto de que terminó corriendo el riesgo de ser desalojada de su casa: “Me sentía desesperada, ya que si quería encontrar una forma de escapar de él para siempre, tenía que ayudarlo”.
Entonces, el 2 de marzo de 2020, Tracy dejó entrar a su esposo a su casa, a pesar del estado de ebriedad en el que este se encontraba. Esta decisión terminaría provocando la muerte de su marido.
“Empezó a decirme: 'Dame dinero. Dame dinero'. Yo no iba a darle dinero para que siguiera bebiendo”, continuó Tracy. “Entonces, procedió a agredirme de diversas formas, lo que incluyó un intento de estrangulamiento.[…] Tomé un cuchillo […], porque pensé que de esa manera lo asustaría y lograría que se marchara de mi apartamento. […] Cuando venía [nuevamente] hacía mí, se tropezó. […] Al tropezarse, se clavó el cuchillo que yo sostenía para protegerme, porque tenía derecho a defenderme. La herida que recibió resultó ser muy grave”.
Tracy llamó al teléfono de emergencias e hizo lo que el personal de enfermería está capacitado para hacer: aplicar presión sobre la herida.
“La policía entró en mi apartamento y luego lo hizo el personal del servicio médico de emergencias”, contó Tracy, y continuó: “Me forzaron a detener mi intento de salvarle la vida, me esposaron y presencié cómo la policía intentaba realizar maniobras de reanimación cardiopulmonar en mi esposo, sin aplicar presión sobre la herida. Me vi obligada a observar cómo, [de esta manera], él se desangraba aún más rápido que antes. No me escucharon cuando intenté decirles cómo salvarle la vida”.
Tracy McCarter fue acusada de asesinato en segundo grado y fue trasladada a la tristemente célebre cárcel neoyorkina de Rikers Island. Se le negó la libertad bajo fianza y languideció allí durante siete meses, mientras la pandemia de la COVID-19 hacía estragos en ese complejo penitenciario. McCarter fue finalmente puesta en libertad con una tobillera de vigilancia electrónica. En el momento de su detención, Tracy estaba cursando un posgrado en la Universidad de Columbia. La universidad la suspendió, nada menos que por “mala conducta basada en el género”. Perdió su trabajo y no pudo conseguir otro, pues en los formularios de solicitud de empleo debía seleccionar la opción que indicaba que tenía una causa pendiente por delito grave.
La organización de base Survived and Punished encabezó una campaña de solidaridad bajo la consigna “I stand with Tracy” (Yo apoyo a Tracy). La consigna, convertida en etiqueta, fue compartida en redes sociales por varios candidatos a fiscal de distrito de Manhattan, incluido Alvin Bragg, que fue quien terminó ganando la contienda electoral para ocupar ese puesto. Aunque se demoró un año, Bragg finalmente retiró los cargos contra Tracy McCarter.
En mayo de este año, Tracy completó la maestría en enfermería en la Universidad de Columbia. En la ceremonia de graduación, subió al escenario envuelta en una bandera que decía: “La Universidad de Columbia no apoyó a esta sobreviviente de violencia doméstica que ha sido criminalizada. ¡Me gradué de todos modos!”. Actualmente Tracy ha reanudado su trabajo como enfermera en el Centro Médico Weill Cornell.
La de Tracy McCarter es solo una historia; hay millones más. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, casi la mitad de las mujeres del país —es decir, unas 60 millones de mujeres— denunciaron haber experimentado “violencia sexual, violencia física u hostigamiento por parte de su pareja íntima en algún momento de su vida”. La cifra de víctimas masculinas ronda el 7%.
Buscar ayuda cuando se está siendo víctima de una relación abusiva puede ser riesgoso, pero hay personas capacitadas disponibles a ayudar. En Estados Unidos existe la Línea Nacional de Ayuda contra la Violencia Doméstica. Para acceder a esa ayuda, las víctimas pueden ingresar al sitio thehotline.org, llamar al teléfono 1-800-799-SAFE (7233) o enviar un mensaje de texto con la palabra START al 88788.
Millones de personas sufren violencia en sus hogares. Demasiadas de ellas no logran sobrevivir. Ya es hora de acabar con el flagelo de la violencia de pareja íntima. Es una emergencia real, no un simulacro.
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