Por desgracia, Islam y Occidente han estado en conflicto desde el inicio, en el siglo VII. Pero incluso en la ocupación de España, hubo interacción pacífica entre las culturas. Si estamos en Europa, lógicamente tendremos una visión eurocéntrica, y nos puede costar ver la perspectiva de los países de otras culturas; quizá no recordamos la historia que no sólo ha tenido episodios tipo invasiones árabes o batallas como Lepanto, sino también colonialismo europeo invasivo hacia las culturas de países islámicos.
Las intervenciones armadas en Oriente Medio de los últimos tiempos no han arreglado nada, al revés: Afganistán está ahora ocupada en manos de talibanes, y el apoyo de Estados Unidos a Al Qaeda y otros grupos islamistas en la defensa de Afganistán contra el expansionismo de Rusia tampoco acabó bien. Ni Irak mejoró después de la guerra, ni tampoco otros países. Irán, aliado de Estados Unidos, está capitaneando ahora el conflicto con Israel. Desde su origen, el pueblo de Israel ha sufrido el éxodo, la diáspora (las invasiones que sufrieron, como las de Roma y el Islam, les echaron de su territorio) y ha desarrollado un instinto de supervivencia muy grande. El pueblo de Israel ha tenido un territorio, aunque estuviera ocupado por distintos pueblos: los griegos, en tiempos de Jesús por los romanos, en la división del imperio siguió formando parte de Bizancio, luego los califatos, las cruzadas, el imperio turco… El movimiento sionista de finales del siglo XIX hizo que hubiera más presencia de hebreos, que compraron tierras en la zona. Después del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, se divide la tierra proporcionalmente a la población que la habitaba, y la ONU apoyó la creación del Estado de Israel de nuevo y del territorio al que llamaron Palestina (que hasta entonces no existía sino como parte de otros territorios). Se quería el reconocimiento de los dos Estados, el Palestino y el de Israel, pero se opuso la alianza de países árabes: el problema se fue aplazando en el tiempo, surgieron conflictos con los países colindantes y mientras tanto el mapa fue sufriendo cambios, el pueblo palestino quedó a los dos lados de Israel. Este conflicto no ha cesado. Como en Estados Unidos y otros muchos países tienen mucho peso los hebreos, pues aunque hay pocos millones en el territorio de Israel, su apoyo es muy grande por parte de los hebreos de esos países, y de los propios países en los que tienen influencia. Siendo numéricamente pequeño el número de hebreos en el mundo, su porcentaje de Premios Nobel y el peso económico que tienen sus negocios es muy alto; puede decirse que es un pueblo escogido en cuanto a su influencia en la historia, aun cuando no ha tenido relevancia en un territorio nacional hasta 1948. Por parte árabe, los atentados terroristas y las guerras se han sucedido desde entonces. Se consiguió que muchos países, incluso Egipto reconocieran el Estado de Israel (este año se cumple medio siglo de la Guerra de Yom Kipur, después de la cual Egipto firma los acuerdos de paz con Israel), y ello consolidó su legitimidad. Los tratados de paz después de las guerras, y la labor de la diplomacia, se ha ido alternando con las acciones bélicas por parte de Israel y los países colindantes. La Franja de Gaza —de 41 kilómetros de largo por 7 de ancho, con dos millones de habitantes—, alberga el grupo terrorista Hamas, que acaba de atentar de modo despiadado asesinando a 1300 personas de Israel hace unos días, la mayoría civiles incluyendo bebés a los que han torturado. Es evidente que Israel tiene derecho a una acción de legítima defensa, y quiere terminar con ese grupo terrorista. El problema está en la dificultad de lo que podríamos llamar una “operación quirúrgica” para quitar ese peligro, pues el suelo de Gaza está plagado de túneles, más de un millar. Por eso parece inevitable la ocupación de la Franja de Gaza, pero tiene que haber proporcionalidad, que se dejen corredores humanitarios, que puedan desplazarse los civiles que no sean terroristas implicados en ese conflicto, y el grupo terrorista no use a los civiles como escudos humanos. Es por tanto un conflicto en el que tiene un papel muy importante la diplomacia, para favorecer un diálogo para conseguir la liberación de los rehenes que Hamás tiene secuestrados, que no haya una guerra sucia, etc. Estados Unidos siempre facilita ese apoyo a Israel, vigilante de que Irán, la potencia que está detrás de la organización del terrorismo anti-israelita, no actúe directamente en el conflicto. Además, las desavenencias entre Irán y Estados Unidos han llevado a que el portaviones Gerald Ford esté en el mediterráneo delante de la costa de Israel. Desde la Revolución Islámica de Irán (1979), precisamente al derrocar al régimen del Shah con apoyo de Estados Unidos, se estableció una república islámica en Irán bajo el liderazgo del Ayatolá Jomeini, y el asalto ese año de la Embajada de EE. UU. en Teherán fue la rotura de esas relaciones. El apoyo al año siguiente a Irak en el conflicto con Irán generó más hostilidad entre los dos países. Cuando Irán quiso un programa nuclear, las sanciones contra ese país provocaron que las negociaciones internacionales dieran el Acuerdo Nuclear de Irán en 2015. Los ataques y conflictos regionales de la zona, involucran siempre a Irán y Estados Unidos. En resumen, son relaciones muy complejas, y ahora puede influir lo que pasa en el conflicto palestino-israelí. Está claro que la guerra es el peor de los escenarios, que puede provocar escaladas de violencia; que no puede permitirse el terrorismo, y que las acciones de Israel tienen que ser proporcionadas y no una represalia que castigue a inocentes, no puede asediarse ese pueblo dejándolo sin agua y productos básicos para la existencia. Por ejemplo, la diplomacia está viendo que una ocupación perpetua de la línea de Gaza no es el fin de un conflicto sino el inicio de otro mayor. En cambio, la acción contra los terroristas sí tiene sentido. Pero para que no haya terrorismo, también tendrá Israel que promover que los pueblos palestinos tengan gobierno propio, no sean títeres de potencias extranjeras anti-israelitas, que Gaza no sea una cárcel a cielo abierto pero sin caer en la ingenuidad de dejar que sea un avispero de terroristas. Un tema complejo por tanto, donde la seguridad nacional tiene que ir unida a la diplomacia y el diálogo.
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