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Por qué las mayorías sociales no hacen mayorías electorales

¿cómo es posible que en un estado democrático las fuerzas de derechas disputen y ganen el poder político a través de las urnas?
Mario López
viernes, 27 de mayo de 2016, 09:03 h (CET)
Un hecho incuestionable es que el 1% de la población se ha apropiado de la riqueza del planeta, frente al 99% que vive en la precariedad o en la más absoluta miseria. Entonces, ¿cómo es posible que en un estado democrático las fuerzas de derechas (que defienden, sin ningún tipo de matices, los intereses del 1% privilegiado) disputen y, en la mayoría de las veces, ganen el poder político a través de las urnas?

Pues, dejando a un lado cuestiones relacionadas con la hegemonía y la apropiación de todos los significantes flotantes que se quiera considerar, hay que entender que la clase dominante (ese 1% que acumula la casi totalidad del capital y es dueño de los medios de producción, amén de controlar la economía especulativa de los mercados de futuros y derivados, de la deuda de los estados), existe lo que podríamos llamar los grupos subordinados de desclasados.

A través de las Universidades y otros centros de formación profesional, la clase dominante forma profesionales que serán los que aporten el conocimiento necesario para mantener la ingente maquinaria empresarial de producción industrial y especulación financiera que le permite aumentar su acumulación de capital y, por ende, su inexpugnable poder económico y político.

Los grupos de desclasados subordinados al capital representan más de un 20% de la población. En su mayoría, perciben retribuciones suficientes para garantizarles un nivel de vida muy similar al de sus patronos (obviedad hecha del capital acumulado que no llegan a alcanzar y que, por consiguiente, no les permitirá emanciparse de su condición subordinada). Con todo, los individuos pertenecientes al grupo de desclasados subordinados, imitarán los patrones de sus patronos, querrán tener un coche parecido al de ellos, un chalet (aunque sea con piscina) adosado, un par de vehículos y, a ser posible, un spa en el salón; vestirán igual que su patrón, comerán en los mismos restaurantes y, por supuesto, votarán al mismo partido.

Sin embargo, si pensamos en qué grupo desclasado puede estar subordinado a ese 99% de mindundis que poblamos el planeta, nos podríamos llevar una sorpresa mayúscula: los ladrones de gallinas.

El otro día vi la entrevista que Pablo Iglesias le hizo a Eluterio Sánchez. Me emocionó. Me (nos) recordó que en la famosa ley de amnistía de 1977 dejaron en libertad a todos los presos políticos del país (del FRAP a la ETA, pasando por el GRAPO) y a ellos no, a los presos comunes; los verdaderos presos políticos del capitalismo. Eleuterio habló de la COPEL (nada que ver con la COPE) y se me saltaron las lágrimas: yo colaboré clandestinamente con la COPEL, con los únicos activistas de Madrid que por tal cosa lucharon, por la libertad de los presos comunes: los anarquistas. Solo los anarquistas (y algún que otro rojo de la LCR) lucharon por la libertad de los auténticos presos del capitalismo autárquico y fascista: los robagallinas, como el noble y gran Eleuterio Sánchez.

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