Mientras los países democráticos habían cambiado una decena de veces sus líderes durante los últimos cuarenta años, el Polisario seguía sosteniendo en el cargo a Mohamed Abdelazis, quien dio sus últimas boqueadas hace pocos meses y falleció esta semana.
Las señales de pésame, hizo notar la prensa española, fueron mínimas para con el malogrado líder, cuya familia reside en Marruecos y cuyo mismo padre forma parte del Consejo Real para Asuntos del Sahara del Rey Mohammed VI.
Según publicaron algunos medios, los políticos españoles que se enteraron de la noticia a mediodía del martes pasado, tardaron varias horas en reaccionar ante el fallecimiento, quizás sorprendidos por la extraña noticia de la desaparición física de Abelaziz “debido a una enfermedad que se prefirió no precisar”.
Llamó la atención que pasadas varias horas de la muerte del “líder histórico”, el secretario Ban Ki Moon no había hecho ninguna declaración pública al respecto, cuando meses atrás se había mostrado muy locuaz hablando a favor de su “lucha”. Uno de los más notorios pésames lo dieron las autoridades de Marruecos al padre del extinto.
Los demás comunicados fueron, en su mayoría, fríos y distantes, a pesar de la gran cantidad de declamaciones de apoyo que había recibido la “causa saharaui” a lo largo de varias décadas. “La muerte de Mohamed Abdelaziz no es un acontecimiento desde un punto de vista político, y no tiene ningún impacto sobre el dosier del Sáhara marroquí” señalaron fuentes oficiales marroquíes.
."Marruecos ha tomado nota de la muerte de Mohamed Abdelaziz. Como cualquier muerte es lamentable, sobre todo para la familia y los allegados. Sin embargo, se trata de un no-acontecimiento desde un punto de vista político ", precisó la misma fuente en una declaración a la MAP. "El difunto, al igual que el movimiento separatista al que pertenecía, era efectivamente figurante, y no un actor del expediente, que estaba y sigue estando controlado en otra parte", agregó la misma fuente. En efecto, aunque algunos intenten minimizar el impacto de la muerte del líder en el destino que a partir de ahora correrá la “causa saharaui”, es imposible negar que la dirigencia del Polisario lo considerara un hombre imprescindible, o no lo hubiera reelecto tantas veces. Tal vez el culto al “único líder” era una forma de paliar el enorme desprestigio que aqueja a la cúpula polisarista.
El 16 de diciembre se había celebrado el XIV Congreso del Frente Polisario, cuyo resultado era predecible, por lo cual hubiera sido más sensato usar los fondos que se usaron en organizar dicho cónclave, en intentar paliar los efectos de las inundaciones que devastaron los campamentos de refugiados. Sin embargo, primó la idea de realizar una reunión de paniaguados para ratificar al único líder, cuya ausencia definitiva se enfrenta hoy.
En la misma apertura del Congreso de adulones en diciembre pasado, la vieja conducción del Frente Polisario tuvo la generosidad de reconocer la corrupción rampante que aqueja al movimiento, y que infiltra a todas las instituciones del “estado saharaui”. Reconocerlo no redimía, obviamente, a los corruptos que aceptaban cínicamente sus culpas en la devastación moral en que sumieron a su supuesto gobierno. Con más razón si se considera que poco después, anunciaban la misma lista de siempre para integrar su conducción.
Polisaristas críticos a la gestión del grupo que lidera la causa separatista señalan hace tiempo que se sienten marginados por un grupo reducido que hace cuarenta años marca la vida social y el destino que deben llevar aquellos dignos hijos del Sáhara que fueron reducidos por sus líderes a mendigos de la ayuda humanitaria internacional.
El obligado tribalismo, que jamás se pudo erradicar, impide la mentada consulta popular que ocasionalmente se escucha como una letanía para justificar un status quo que todos desean, mientras crece día a día el descontento social, en tanto la parálisis de la mayoría es aprovechada por unos pocos beneficiarios de una red clientelista que abarca casi todo el mundo, a través de un entramado perverso de ONG corruptas.
La historia se había iniciado cuatro décadas atrás, cuando Argelia entrenó a los marroquíes que integran el Frente Polisario, supuestamente para luchar por la liberación del Sahara Occidental de manos de Marruecos. Nadie insinuó antes de ello la creación de un Estado en esa zona, sólo hasta que se habló de la parte occidental del Sahara, que tiene costa Atlántica. El interés de Argelia era, evidentemente, buscar una salida al Atlántico y distraer a Marruecos con un conflicto en el sur para no hablar de las tierras marroquíes de las que injustificadamente se apropió.
La desaparición de un líder no puede ser más que un duro golpe para una causa montada sobre bases tan endebles, y crecida en un contexto hoy desaparecido como la guerra fría.
La profunda desilusión es la sensación obligada que hoy en día embarga a la mayoría de la población “saharaui”, prisionera en campamentos de Tinduf, que sigue esperando ansiosa su definitiva liberación mientras asiste a la lenta agonía y gradual desaparición de sus verdugos.
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