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​Seis de diciembre, ¿solemnidad o investigación?

Maquiavelo decía que “todo aquel que desea saber qué ocurrirá debe examinar qué ha ocurrido”
Luis Méndez Viñolas
miércoles, 6 de diciembre de 2023, 13:25 h (CET)

 El próximo 6 de diciembre se celebra el día de la Constitución. El real decreto que en 1983 instituye dicha fiesta persigue  “solemnizar adecuadamente su aniversario”.

 

¿Algo que objetar? Nada, salvo apuntar que las conmemoraciones tienen una raíz histórica, y que “historia” etimológicamente significa investigación. Cuando festejamos estas cosas ¿hay una finalidad más allá de las pompas? Maquiavelo decía que “todo aquel que desea saber qué ocurrirá debe examinar qué ha ocurrido”.


Atendiendo a las formas con significación política no somos totalmente consecuentes con ellas: unas veces les damos suma importancia y otras las ignoramos totalmente, como si carecieran de ella. Por ejemplo: la reunión del gobierno con Puigdemont en el extranjero y con un vigilante foráneo. 


Tiene apariencia de negociación internacional entre estados soberanos e iguales. ¿Habría empeñado Puigdemont lo obtenido por una negativa a negociar fuera de España? Puigdemont, que juega con todo, ha amenazado con un giro hacia el PP en caso de necesitarlo. Aunque JxC también es de derechas, no creemos que le guste tal posibilidad. ¿Se arriesgaría a propiciar un gobierno del PP, bastante más restrictivo que el actual? ¿Le convendrían unas nuevas elecciones generales? No hay que olvidar que los partidos separatistas bajaron de un millón y medio de votos a ochocientos cincuenta y cinco mil. ¿Tan seguro es su futuro?

 

Respecto a las derechas cuando están en la oposición,  no son pocas las veces en las que tratan los problemas como si fueran exclusivamente del gobierno de turno, no de la nación. Que Sánchez defiende un estado palestino (lo que no va más allá de lo que sostiene la ONU y a veces insinúan los EE.UU.) ¡pues con Israel, que tiene derecho a condicionar nuestra soberanía y a regañarnos! Es decir, que lo importante no es el derecho de ese pueblo a que se cumplan los acuerdos internacionales, sino; “mi” derecho a estar contra lo que sea cuando sea ¿Cómo construir una nación fuerte con criterios tan débiles y variables? Esto vale para todos.

 

Volviendo al comienzo, las conmemoraciones, a pesar de su apariencia, miran más al futuro que al pasado. Expresan sobre todo un deseo de permanencia. Un ancla bien clavada en la tierra sería más expresiva de su deseo que una columna o un arco del triunfo. Pero una cosa son los deseos y otras las posibilidades. No se puede hacer política anclados en lo mismo. Todo cambia, y peor para el que no siga ese proceso.

 

El cine siempre ha formado parte de la política. Que le pregunten a Hollywood. Curiosos los comentarios de unos y otros sobre la película “Napoleón”, por ejemplo. A nosotros nos ha llamado la atención una escena con doble contenido de la serie The Crown. Por una parte, el príncipe Carlos, hoy rey, muestra su preocupación por la degeneración del idioma inglés y por ello el peligro de que pierda su proyección internacional. Nosotros, aquí, no pensamos igual; el futuro del idioma español es encogerse a fuerza de anglicismos y localismos, incluso con dejes demagógicamente impostados. Menos mal que quedan los países hispanoparlantes.

 

El otro contenido de la escena se refiere a la situación de la monarquía dado el escándalo producido por la infidelidad matrimonial del heredero (lo de las cartas a Camila Parker y demás). Alarmados los “poderes” por la crítica situación constituyen un llamado “Grupo del futuro” para estudiar la situación. No conocemos las elucubraciones del grupo (¿el gran reseteo?), pero en la película se evidencia una rápida reacción ante situaciones adversas. ¿Tuvo resultados? No lo sabemos. Pero al menos hubo alarma. En nuestro caso nada que reprochar sobre la abdicación del anterior monarca. Pero no creemos que esa sea la tónica general seguida. En España nunca se pone el sol, a pesar de sus noches.

 

Ahora que el país se va a ornar de solemnidades ¿no sería el momento de echar la vista atrás y analizar en profundidad nuestro pasado, ello con intención correctora hacia el futuro?

 

En la historia de España ha habido de todo; incluso en su decadencia no han faltado personajes que han luchado denodadamente contra la adversidad. Pero esos personajes se han visto casi siempre obstaculizados por otros más mediocres pero más eficaces en su labor obstructiva. La cuestión es que durante los últimos siglos hemos sobrevolado insensiblemente capítulos alarmantes que no se han visto corregidos. Tenemos a Carlos IV y Fernando VII, indiferentes a que Francia e Inglaterra laboraran activamente para controlar las rutas a las Américas. A pesar de los desastrosos resultados, nosotros aterrizamos cómodamente en la regencia de María Cristina de Habsburgo, pésimamente asesorada. Tenemos a su gobierno, que en plena crisis de poder se permite despreciar un proyecto como el de Isaac Peral cuando aún resuena la advertencia de Monroe: “América para los americanos”. “La Comisión Técnica nombrada a tal efecto avaló el éxito de las pruebas del primer submarino de la historia. Sin embargo, oscuros intereses nunca aclarados motivaron que las autoridades del momento desecharan el invento y alentaran una campaña de desprestigio contra el inventor…”  (Wikipedia, con fuentes detalladas). Cuba, Puerto Rico, Guam, Filipinas… bases fundamentales para proteger las rutas del comercio español se pierden en la guerra hispano-estadounidense. ¿Responsabilidades?, Ninguna; incluso se quiso encausar penalmente a Peral. Y todo siguió igual a pesar de que “unos años después, concretamente en 1900, el entonces almirante Dewey reconoció ante el Congreso de los EE. UU., que de “haber tenido los españoles en Manila uno o dos de los submarinos inventados por Peral le hubiera sido imposible lograr la victoria”. https://almirantecervera.com/articulos/la-cuestion-del-submarino-y-la-guerra-del-98  Filipinas era la ruta a Asia, tan importante para las demás potencias. Incluso hoy, cuando se lee en España sobre el submarino, no se tiene la sensación de que fuera una máquina ya disponible. Otro misterio como el silencio español sobre el desastre de la Contraramada inglesa. Un día sabremos por qué.

 

Pero nada, frente a un capítulo en el que incluso se puede hablar de alta traición (imprescindible leer el texto del enlace que se acompaña, donde aparecen involucrados nombres como los de “Cánovas, Sagasta, Castelar, Romero Robledo, Francisco Silvela”, Beránger), el único remedio que articula la nación es el de la pesimista generación del 98, que más bien decía que no había solución para nuestro país. Por cierto, la obra de Peral igualmente tuvo trascendencia en materia eléctrica. Tudor adquirió su innovadora batería y la vendió por todo el mundo. (del enlace reseñado). Suponemos que se está ablando de las baterías Tudor. Se dirá que son trozos de historia muy antiguos (comentario acorde con una época en la que se quiere acabar académicamente con disciplinas humanistas). Pero no, la historia posee inercias  que duran siglos.

 

Y de hito en hito, parece que la desidia (sobre todo la relacionada con la política exterior) no es un problema general a resolver. Con un plan existencial que consiste en pugnas intestinas misérrimas, marchamos hacia una posible posición 26 en la escala mundial. Algunos creen que la UE será nuestra tabla de salvación. Qué despiste. Ni ella misma tiene buenas perspectivas. Queríamos la UE para incorporarnos a sus soluciones y resulta que en ella hay tanto desconcierto como aquí. O más.

 

Como si hubiéramos nacido en 1978, nuestros análisis más preocupados no pasan de ese año solemne. Quizás algunos pocos lleguen hasta 1931. Pero en este segundo periodo no hay análisis; más bien confrontación visceral que nada aclara ni resuelve. No hay por qués ni porques. Más atrás, un gran agujero negro de indiferencia que oculta cosas tan sustanciosas como las de Isaac Peral, y que son precisamente los antecedentes de los problemas de la República y del golpe contra ella. Y aquí una  pequeña duda: ¿qué clase, ideología, sistema, asume los errores de todos esos periodos? Silencio.

 

Visto nuestro rumbo histórico (y no hablamos de gobierno, sino de gobiernos que se suceden despreocupadamente) ¿no sería momento de fomentar, cualquiera que sea el cuerpo que lo contenga, un espíritu analítico que ponga sobre la mesa (pública) pasado y presente, y las correcciones necesarias para que la inercia no golpee nuestro futuro? Porque ¿qué tipo de clarividencia es la nuestra que recuerda a un Jorge Juan, al que tanto debemos, con un callejón misérrimo (donde nadie debería vivir) mientras a una tonadillera de medio nivel se le concede una amplia avenida?

 

Esa labor sería la de estimular en el país un espíritu cohesionado; un lenguaje, tan importante, meditado, generador de ideas, no de frases hechas y vacías de interés; un espíritu no dirigido a derechas o izquierdas o centros, sino a todos, en cuanto vamos en el mismo barco (¿acaso episodios como el del malogrado submarino no nos molesta y no nos ha perjudicado históricamente a todos?). Un espíritu que trate de potenciar la reflexión y la crítica serena; que nos eduque alejados de empoderamientos vanos que ocultan obsecuentes dejaciones.

 

Implicaría un análisis de la situación real de nuestra soberanía; de nuestra capacidad productiva; un análisis que evaluara la realidad, no su ficción. Puesto que es el día de la Constitución sería bueno comprobar si somos realmente un estado social y democrático cuando el mercado y lo privado lo devoran imparablemente; de investigar si no somos parasitados por la demagogia, por una instrucción más imitativa que necesaria (fenómeno casi mundial). Se trataría de verificar si gozamos de autonomía industrial. Un  general, Lang, de los EE.UU., dice: “un ejército que depende de la industria militar extranjera es un ejército de segunda clase”; qué decir si la dependencia es en casi todo. Así mismo habría que dilucidar si la unidad de la nación, proclamada en el artículo primero, se está diluyendo, vaciada desde arriba (UE) y desde abajo (comunidades autónomas). Cuidado con la cuestión fiscal y sus desigualdades entre clases y entre zonas, un estado desnutrido económicamente pierde todo poder de control y decisión (variable que por lo visto no se vislumbra ni remotamente en la relación presente – futuro.  Queremos decir que hoy tomamos decisiones pensando que el futuro será exactamente igual al presente, lo que es dudable.

 

Todo esto a vuelapluma en lo que se refiere al contenido nacional. Respecto al continente (UE) ¿no da la sensación de que más que una confederación de naciones europeas se persigue una federación de naciones confederales, en la cual los estados resulten irrelevantes. Hoy por hoy, la política de los estados con relación a la UE es un claudicante “así sea”. En lo que a nosotros respecta, no encontramos el origen de la legitimidad de la política que lleva a cabo. Ese parlamento europeo puede poco, y va a rastras de una comisión desconectada de sus representados. Tampoco comprendemos que los político se dobleguen a los técnicos, cuando aquellos son el fin (es un decir) y estos el medio. Se dirá: este es otro asunto. No, las naciones son la raíz de esa UE con poco arraigo. De ellas ha de surgir el tipo de Europa que queremos, asunto que no se trata. Tampoco entendemos un proyecto que se construye a trozos y de espaldas a sus destinatarios principales. En definitiva, cuando se aprobó nuestra Constitución el proyecto europeo era otro, más ideal y soberano. 


En las fechas en las que estamos ¿debemos preguntarnos si hay mecanismos constitucionales que nos protejan de tal situación? En las facultades de derecho se empeñan en que asumamos la idea de que el ordenamiento jurídico de la UE es superior a todos los demás ordenamientos. Pero, entonces, ¿qué conmemoramos? ¿un cadáver jurídico?

 

Hablamos de símbolos, columnas, etc. No cabe duda de que la forma refleja el fondo. Nosotros no hemos recurridos a figuras tradicionales, anticuadas. Nosotros, que estamos en la vanguardia artística (lo estamos), simbolizamos a la Constitución con un teseracto; es decir, algo que todos entienden y asumen. Todo estaba claro, pero esto lo clarificó más. No nos extraña: era la época en la que estábamos obsesionados con ser iguales, modernos, normales, no anacrónicos. Pero ¿nos bastará esa modernidad descafeinada para enfrentar el futuro, sobre todo teniendo en cuenta que el mundo entra en océanos desconocidos? ¿Cuál será el próximo submarino que se boicotee?

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