El jueves siete de diciembre se llevó a cabo el discurso Nobel pronunciado por Jon Fosse, escritor, poeta y dramaturgo noruego cuya pluma ha marcado un capítulo inolvidable en la historia de la literatura mundial. El majestuoso local de la Academia Sueca, con sus paredes blancas adornadas con detalles color oro, con estatuas y con enormes arañas colgantes; fue el escenario que acogió al flamante ganador del Premio Nobel de Literatura 2023. Pero también acogió a un nutrido público compuesto por miembros de la Academia Sueca, diplomáticos, periodistas y personas de la alta sociedad literaria sueca.
A las 17:00 horas en punto, Jon Fosse hizo su entrada triunfal, flanqueado por Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca. Vestido con un impecable terno negro, y un peinado recogido hacia atrás que terminaba en una cola, caminaba lentamente marcando el inicio de un discurso que quedaría grabado en la memoria de todos los presentes. El público, efervescente, estalló en aplausos mientras La Televisión Sueca filmaba el solemne acto. De pronto, el silencio se apoderó del recinto, y Malm ofreció unas palabras de bienvenida que resonaron con la importancia del momento. Acto seguido, y como preámbulo al discurso, se escucharon sinfonías de Johan Sebastián Bach que salían desde un piano negro de cola. Luego; Jon Fosse, con la humildad de un maestro, se dirigió hacia una silla. Se sentó al frente de los miembros de la Academia Sueca, y con un tono reflexivo empezó su discurso titulado «un lenguaje silencioso». Compartió un episodio de su juventud que marcó su relación con las palabras y la escritura. Con voz sosegada dijo: «Cuando estaba en secundaria, sucedió sin previo aviso. El profesor me pidió que leyera en voz alta y, de la nada, me invadió un miedo repentino. Me levanté y salí corriendo de la clase. Noté cómo los ojos admirados de los estudiantes y del profesor me perseguían mientras salía corriendo del aula». Estas sinceras palabras generaron una conexión íntima con la audiencia.
A lo largo de su discurso recorrió un fascinante viaje a través de las diversas etapas de su vida como escritor. Desde sus primeros pasos titubeantes hasta la consagración como maestro literario. Al parecer, ese pavor que sintió aquel día cuando abandonó a su profesor y a sus compañeros de curso, lejos de ser un obstáculo insuperable, se convirtió en una fuerza impulsora para su escritura. Es así, que se adentra a una especie de retiro introspectivo donde las palabras le resultaban menos amenazantes que la lectura en voz alta. Y, en consecuencia, empezó a escribir poemas y textos cortos para recuperar el lenguaje que le extirpaba el miedo. Entonces «sentía seguridad». Es decir, lo contrario del miedo, confesó Fosse.
Hizo una analogía entre un poeta y un niño, por lo demás comparación también hecha por otros poetas. Y dijo: «El poeta noruego Olav H. Hauge ha escrito un poema en el que compara el acto de escribir con ser un niño, y con el hecho de construir pequeñas cabañas en el bosque. Luego uno puede gatear dentro de ellas, encender velas, sentarse allí y sentirse seguro en las oscuras tardes de otoño». Es en este contexto que Fosse construyó, en su universo interior, cabañas desde las cuales va creando sus obras literarias. En otras palabras, encontró como dice él: «un lugar secreto dentro de sí mismo» que le incita a escribir. «No se puede decir las cosas más importantes de la vida, solo se puede escribir», acotó haciendo alusión a Jacques Derrida; filósofo francés de origen argelino.
Reveló, también, que cuando era pobre como escritor nunca se le pasó por la cabeza componer obras de teatro. Pero le llegó una oferta para escribir el comienzo de una obra teatral y, tomando en cuenta una suma de dinero considerable, aceptó el reto y terminó escribiendo la obra entera. La obra se llama «alguien vendrá». Es mi primera obra y aún la más puesta en escena, manifestó Fosse. Para este autor, de la reciente novela «Mañana y tarde», el teatro es «un gran acto de escuchar». Al mismo tiempo, afirma que cuando escribe lo hace escuchando a una voz que emerge desde su universo interior.
En el vasto y competitivo mundo de las letras, emprender el viaje de escribir novelas o poesía puede despertar una serie de emociones en un cierto círculo social. Es decir, el resultado de un acto creativo puede generar sentimientos no agradables. Especialmente en los críticos literarios, o en aquellos que anhelan también la valentía de expresar sus pensamientos de manera íntima y creativa. En este sentido, Fosse hace una excelente reflexión: «Mis primeros libros tuvieron malas críticas, pero decidí no escuchar a los que me criticaban. Simplemente debía confiar en mí mismo. Ceñirme a mi escritura. Y si no lo hubiera hecho, habría dejado de escribir después de que se publicó mi primera novela, «Rojo, negro» (Raudt, svart) hace cuarenta años. Después recibí críticas en su mayoría buenas, e incluso comencé a recibir premios y entonces me di cuenta de que era importante seguir con la misma lógica: si no escuchaba las malas críticas, tampoco dejaría que el éxito me influyera». Palabras alentadoras para las personas que están empezando a escribir de manera seria. Dicho de otra manera, se trata de no rendirse, confiar en sí mismo y seguir los sueños que uno tiene cueste lo que cueste.
«Hay muchos suicidios en mis escritos. He tenido miedo de haber contribuido de esta manera a legitimar el suicidio. Pero lo que más me conmovió, fueron aquellos que escribieron con sinceridad que mis escritos simplemente les habían salvado la vida. En cierto sentido, siempre he sabido que el acto de escribir puede salvar vidas. Quizá haya salvado la mía. Y si mi escritura también puede ayudar a salvar la vida de otros, nada me haría más feliz», declaró el dramaturgo. Finalmente, el ilustre escritor noruego extendió sus palabras de gratitud a la Academia Sueca por otorgarle el prestigioso Premio Nobel de Literatura. Su agradecimiento, lleno de humildad y reflexión, también se prolongó hacia Dios. Hecho que obedece a su conversión al catolicismo en el 2013. No cabe duda que Jon Fosse se refugia dentro de su cabaña literaria construida en algún bosque de Noruega. Allí; la pluma, del mago vikingo de las letras, encuentra la musa entre los árboles y las páginas de su cuaderno, ya sea en cada tarde oscura de otoño o brillante de verano.
|