Se acerca el final del año y eso supone hacer un resumen de todas aquellas cosas que nos han ido sucediendo durante el camino. De forma general, podremos hacer una valoración positiva o negativa según la experiencia personal, pero lo cierto es que intentaremos siempre mejorar en aquellos ámbitos que han quedado más flojos o que queremos superar.
Por alguna razón extraña, nos ponemos a pensar en las personas que han pasado, en las que se han ido, en las que hemos perdido, de las que nos hemos alejado. Pero también recordamos aquellos sucesos que nos han marcado, momentos que no han salido como esperábamos o que no teníamos que haber vivido. Comenzaremos a reflexionar acerca de cómo hemos cambiado, incluso, de cuánto hemos evolucionado nosotros mismos a lo largo de dicho año. Y creeremos que hay algo especial del 31 de diciembre al 1 de enero por el simple hecho de cambiar de año. Y es que, eso sucede porque, en muchas ocasiones, necesitamos una excusa para ponernos objetivos, necesitamos una fecha, algo que marque un antes y un después para que nos motive a lograr un cambio.
Muchas personas querrán aprender idiomas, otros se apuntarán al gimnasio o pudiera ser, que a realizar la matrícula de algunos estudios, también podrán pensar en atreverse a volar en avión, en aprender a conducir o en comenzar la dieta que tanto llevan retrasando. Existirán cientos de objetivos que uno quiera poner en marcha en este próximo año 2024 pero para que eso se pueda lograr es imprescindible tener fuerza de voluntad.
No importa tanto el cuándo sino el cómo, puesto que tenemos que ser conscientes de que la única manera de alcanzar algo es teniendo las fuerzas suficientes para ello. Debemos sentir una satisfacción real cuando lo consigamos y no que sea porque la gran mayoría hace eso. Tenemos que ser sinceros y auténticos con nuestras expectativas, con nuestras capacidades, porque no será lo mismo plantearnos dejar de fumar que aprender alemán, ya que en el caso primero estamos hablando de una adicción y en el segundo de un hobby por lo que no es posible equiparar el esfuerzo que supone cada uno a la hora de conseguirlo.
Lo cierto, es que si deseamos realizar cambios en nuestra vida no es necesario esperar hasta que acabe el año porque no tiene que existir un hito que lo marque, no debe motivar una fecha próxima por un acontecimiento extraordinario, sino que tiene que ser desde el momento en el que uno lo piensa. Los propósitos deben ser realistas para uno mismo y los que yo tenga no tienen que coincidir con los del prójimo, no tienen que tener más o menos valor si los comparamos con los demás, ya que pudiera ser que alguien se plantee intentar ser más empático y otro, caminar 10.000 pasos. Cada uno en su medida porque las circunstancias serán diferentes.
Y a pocos días, realizaremos una lista de propósitos que parecerán interminables o en su defecto, los tendremos en la cabeza con el objetivo de llegar a ellos. Muchos, se quedarán en el olvido las primeras semanas y otros, es posible, que alcancen mayor duración pero que se acaben difuminando porque el año es muy largo y somos seres de costumbres y rutinas, y cambiar esas cosas en el tiempo de forma drástica, es algo difícil.
Por lo que, lo más importante es empezar el año con buenas intenciones y sobre todo, no pensar demasiado en los que dejamos atrás porque todos nuestros propósitos serán en función de lo que hemos vivido y es probable que estos nuevos propósitos nada tengan que ver con los de años atrás. Algunos pudiera ser que se repitan pero otros, serán completamente nuevos. Aún así, lo cierto es que no deberíamos esperar a este cambio de fecha porque si uno quiere hacer algo, no hay nada mejor que comenzar cuanto antes para, una vez conseguido, sentirse realizado y así no tener una lista infinita de objetivos a realizar al finalizar el año.
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