En la navidad de 1932, un pedido de tregua del Papa Pio XI hizo que se silenciaran las armas en el Chaco. Allí se enfrentaban Paraguay y Bolivia en una guerra que harían famosa Dreiser, Huey Long, Augusto Céspedes y Augusto Roa Bastos entre muchos otros.
Al año siguiente , en las navidades de 1933, ya no hizo falta un exhorto del Vaticano. El mismo gobierno paraguayo dio pie a los festejos en el cuartel general boliviano, ofreciendo un inexplicable armisticio a pocos días de que su ejército pusiera a Bolivia al borde del colapso.
Maniobras inesperadas habían despedido del Chaco a un aristócrata general alemán, hijo de un conocido astrónomo de Mecklemburgo. Era éste miembro de la legión de instructores europeos llegados a sudamérica, en tiempos de auge de la doctrina militar prusiana, que se convertirían en actores principales de la historia de países como Chile y Bolivia.
En diciembre de 1933, el mito europeo fue sepultado en Campo Vía por un puñado de oficiales paraguayos, que lo dejaron en ridículo con un cerco que fue incapaz de anticipar.
El 12 de diciembre, David Toro había arrancado a este viejo y derrotado general alemán, Hans kundt, su última orden, el nombramiento de Enrique Peñaranda.
En vísperas de la navidad de 1933, a una prudencial distancia de 200 kilómetros al noroeste de Campo Vía y al amparo del armisticio, los jefes bolivianos se reunieron a festejar que una catastrófica derrota había devuelto el mando a sus manos. Exultantes, se reunieron para festejar en aquella Navidad Enrique Peñaranda, Ángel Rodríguez, Oscar Moscoso, David Toro y su protegido Germán Busch. Un cronista boliviano describió aquella noche: "Los nuevos jefes se reunieron alrededor de una larga mesa para celebrar su encumbramiento. El desastre de Campo Vía quedó olvidado. El principal culpable (Kundt) ya había sido desterrado. Los espíritus retozaban de libertad y alegría. Ellos eran ahora los dueños de la situación y sabrían demostrar al país y al mundo que podían bastarse a sí mismos, conduciendo la campaña como no lo pudieron hacer ni Quintanilla, ni Guillén, ni Lanza, ni Kundt. El licor corrió sin tasa. Era la primera de las parrandas con que los integrantes de esos comandos, con contadas excepciones, iban a sumar, a su fracaso como estrategas, la fama de intemperantes".
A fines del año siguiente, el cerco al presidente Daniel Salamanca sería la primera operación exitosa de esta cofradía, según palabras del mismo presidente derrocado.
Hay muchos indicios para sospechar de un contubernio entre bastidores para deshacerse de Kundt, y favorecer el ascenso de Peñaranda en vísperas de aquellas navidades, de noventa años atrás.
Los ministros bolivianos tenían al general Lanza como candidato para suceder a Kundt, pero Salamanca se dejó influenciar por Toro y reemplazó al defenestrado general por Peñaranda, pues le persuadieron que había logrado romper el cerco paraguayo. Peñaranda nunca aclaró esa situación, pues no estaba obligado a declarar en contra propia. Pero lo que vino después demostró que la pretendida evasión fue una falsa propaganda urdida por Toro.
Así, un gris comandante de regimiento fue ascendido a general de Brigada y nombrado Comandante del Ejército Boliviano, para llegar años más tarde incluso a presidente de Bolivia. Aunque en realidad fue Lanza quien rompió el cerco, según cronistas bolivianos fue Peñaranda, todavía con el polvo de su huida meteórica cubriendo el uniforme, quien recibió los créditos.
Después de todo, es bien sabido que la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana, y nadie quiere pasar el día de Navidad en soledad. Mucho menos en estado de guerra.
Se ha dicho que la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce, pero en diciembre de 1933 fue una exageración boliviana llegar a festejarla. LAW
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