Sé que la entrevista que sigue no será creída, como poco será cuestionada. Pero yo no tengo otra opción que darla a publicar, pues mi trabajo me costó y, aunque como todo hijo de vecino que tenga dos dedos de frente, inicialmente dudé de estar ante el mismísimo Papá Noel, cuando me lo encontré por casualidad en una zona boscosa por la que paseaba el domingo pasado a la busca de espárragos y no encontré ni uno (la cosa está mala), pronto me dio demasiadas pistas y certezas para que creyese que es él, o cuando menos para que dé pábulo a su testimonio, que considero fundamental y relevante pues pone en jaque muchas cosas consideradas inamovibles respecto a él y la Navidad.
La entrevista la realicé en el mismo campo, la grabé con el móvil y ahora la transcribo sin añadir nada, que cada uno opine lo que quiera, yo sólo sé que vi a ese tío que dicen que vuela en un carro, a pie de suelo, tan claro y material como tú y como yo. Aquí va, suerte a todos en vuestras vidas, amigos:
YO. ¿Qué hace usted por aquí?
PAPÁ NOEL. Esa pregunta la debería hacer yo, que el campo es mío.
YO. Su traje parece muy real, o sea antiguo, no como los que llevan los del día a cuarenta euros de los centros comerciales.
PAPÁ NOEL. Mi traje es mi traje, es el traje. Lo que llevan esos yonquis malpagados no sé qué es, si lo compran en mercadillos o en el carrrefour. Y no se acerque demasiado, ya le he dicho que todo el campo es mío.
(Era Papá Noel, con su barba blanca, su traje de payaso y todo eso, sus botas rojas... Pero había en este papá noel mucho más que en los que había visto de niño y de mayor, o sea, parecía un personaje venido de un tiempo pasado, o futuro. No parecía alguien disfrazado de algo, sino una entidad, un individuo entero y certero. No iba de nada. Pero no veía el carro por ningún lugar ni, por fortuna, los pobres renos esclavizados que según la tradición, para colmo, vuelan.)
YO. ¿Se ha perdido usted?
PAPÁ NOEL. ¡¿Cómo me voy a haber perdido en mi propia casa?! ¿¡Eh, atrevido joven truhán!?
YO. Bueno, bueno, cálmese. Ya sé que dijo que el campo es suyo. Que yo me piro ya. Sólo pasaba por aquí. El campo no es mío... Aunque dudo que sea de usted, eso también se lo digo.
PAPÁ NOEL. ¿Sabe qué problema es el peor del humano moderno?
(Mantuve silencio, le miraba a los ojos, el sol nos daba a los dos en la cara, tornando con su tanta luz la situación ya suficientemente estrambótica en fragmento de una película de comedia.)
YO. Ilústreme, Señor Papá Noel.
PAPÁ NOEL. ¡Vaya! ¡En su respuesta, señor niñato, ha ayudado a iniciar mi respuesta. ¡Ya lo ve! ¡El problema del hombre moderno es que lo da todo por sentado!
YO. Y ¿eso qué quiere decir?
PAPÁ NOEL. (Imitándome con cierta crueldad, arrugando la cara y moviendo la cabeza alzada.) "Y ¿eso qué quiere decir?
YO. (Avanzando algo.) ¿No tiene el trineo?
PAPÁ NOEL. Me lo embargaron. Junto con los renos y todo lo demás. Afortunadamente este campo está a nombre de mi hija y no me lo logran levantar, y eso que lo han intentado, ¿eh?
YO. Lo siento. Que te veas en esta situación, que ya estamos a 14 de diciembre de 2023...
PAPÁ NOEL. ¿Sabe, joven irónico el trabajo a que me dedicaba cuando usted irrumpió en mi día? YO. Pues no.
PAPÁ NOEL. ¡Estaba cagando! ¡Cagaba como un hijo de vecino! ¡Y muy a gusto! Lo oí venir y me tuve que subir los pantalones, y aquí, fingir que movía las manos entre las matas, buscando flores. Ya ve, la vida es estúpida, y nosotros, más.
YO. Al menos el campo es suyo.
PAPÁ NOEL. Joven, verá (Acercándose a mí, peligrosamente, su barba era real, la ropa, real, era muy alto, vigoroso y de voz ronca y temible. Su nariz contra mi nariz.). Quizá la tropa de imbéciles con los que usted se cruza cada día no capten su gratuito y bajuno sarcasmo. Quiero que sepa con quién se mide.
(Dicho esto, introdujo la mano grande en el bolsillo hondo de su pantalón rojo, le costó encontrar lo que buscaba.)
PAPÁ NOEL. ¡Esto! (Levantaba en la mano un libro.) ¡Esto me mantiene sereno, y atento a los ataques más o menos encubiertos de los patanes como usted! ¡El "Sin blanca en París y Londres"!
YO. Buen libro. Lo devoré. Orwell es bueno cuando imagina, y soberbio cuando cuenta.
PAPÁ NOEL. (Burlándose de nuevo de mí, imitando mi voz estúpidamente, con la cara muy arrugada, empezaba a molestarme la situación, y eso que yo aguanto lo más grande, pero había un algo en la situación que me encendía la lucecita roja de cuidado tío que esto pinta mal.) "bueeeno cuando imaginaaa, soberbiooo cuandooo cuentaaaa ajajajajaja!"
YO. ¿Quién es su hija?
PAPÁ NOEL. ¿Qué hija?
YO. La que usted dijo que puso su nombre como propietaria del campo, para que Hacienda no se lo quitase.
PAPÁ NOEL. Le ruego que se aparte a diecisiete caballos en fila y a todo lo largo que son de mi vista ¡ahora!
YO (Andando hacia atrás, esquivando arbustos). No lo entiendo, primero me da conversación y luego me expulsa. Usted no es distinto. Es como los demás. Defrauda.
(Papá Noel, una vez estuve a una cierta distancia de él comenzó a correr hacia mí, yo me alejaba todo lo deprisa que podía. Él gritaba.)
PAPÁ NOEL. ¡Si te pillo te troceo, bribonazo!
YO. Por una vez que me planteé la existencia real de Papá Noel... Y... entonces de la Navidad...
(Papá Noel se detenía a veces, para tirarme piedras, y seguía persiguiéndome.)
PAPÁ NOEL. ¡La Navidad (Jadeando.) es Hacienda, mosca con zapatillas!
(Cuando estuve lejos de él, desde un promontorio natural, sabiéndome a salvo, le grité)
YO. ¡Le voy a decir a todos los niños la verdad!
PAPÁ NOEL. ¿Qué verdad, payaso de primera?
YO. ¡Qué Papá Noel no es mejor que nadie, que es agresivo, que no les conviene. Que usted tiene una hija y que le persigue Hacienda!
PAPÁ NOEL. ¡Pues denuncie, denuncie, hágalo, pájaro! ¡Pajarraco!
YO. De lo que me alegro es de que le incautasen los renos.
PAPÁ NOEL. Si le vuelvo a ver por este bosque, la próxima vez ya no serán sólo palabras las que crucemos.
YO. El campo no es suyo. Nada es suyo. ¡Sólo es un lumpen insolvente!
PAPÁ NOEL. ¡El campo es mío, el campo es mío! ¡Y cago en cualquier lugar de él cuando quiera!
(Se alejó hacia el punto donde estaba, se le había caído el gorro y se veía muy calvo por arriba, me dio pena verlo así. Pero luego pensé que uno no debe sentir pena por la gente agresiva. Son peligrosos. He llamado al Ministerio de Hacienda y a Sanidad y al Defensor del Menor, por lo de su hija.)
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