Dadas las cosas como están, o sea, millones de ciudadanos enfilando la forma de pasarlo más o menos bien, un verdadero montón que lo lleva regular gracias a los abuelos, la chavalería de vacaciones, la clase política jugando al escondite, los comercios en rebaja y el consumidor busca que te busca la prenda de saldo, las “manolitas” (sardinas malagueñas que se dan en los meses que carecen de “r”) espetadas por El Palo y alrededores, esta canícula que invita a sestear y a beber la dorada y fresca cerveza, las mozas esplendentes y bronceadas, el paro que ha bajado en junio y seguirá haciéndolo en julio, agosto y parte del veranillo del membrillo (septiembre) y los mandamases en funciones, la cosa, o sea, la vida parece que va que chuta y mete gol.
Así las cosas, lo mejor sería que el puzle político permaneciera durante todo el verano -y quién sabe si toda la vida- en parálisis formal no sea, tal como dice el pueblo, sus protagonistas la “caguen” y todo este paraíso se vaya a hacer gárgaras.
Que no falten, eso sí, alguna que otra confabulación entre ellos, los políticos, que sirva de “comidilla” para viciosos, canallesca, cavernas mediáticas de ambos signos, tertulias televisivas que gustan de la bulla social, alguna que otra manifestación de los antiguos sindicatos, encuentros de los “malditos” ancianos (hijos de la posguerra civil) para no permanecer ociosos y alguna que otra partida de dominó, ¡oh el dominó! esa crueldad endemoniada que busca las triquiñuelas necesarias para llegar al “orgasmo” de ahorcar el seis doble al más enterado del cuarteto.
Sigamos, pues, con el Gobierno en funciones durante este tiempo de calor, la canícula, las calores y el famoso terral, y que cada quisque disfrute según su leal forma de entender la vida.
Alegrémonos de que aunque la cosa vaya mal, podría ir peor si Rajoy convence a unos pocos para ser investido y volviera Montoro con ganas de usar la tijera a toda pastilla, alegrémonos en saborear el merecido descanso de “asaltar el cielo” por parte de Pablo Iglesias, sigamos viendo de forma complaciente el dúo bien avenido que conforman Pablo y Albert y confiemos en que podamos ser beneficiados con un cuponazo o bonoloto o primitiva en condiciones.
A la vuelta, o sea, cuando nos equipemos con las prendas de vestir que huelen a alcanfor, soltemos el primer estornudo y los políticos gobiernen como no manda Dios, comencemos a ciscarnos en todos y cada uno de ellos.
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