Lo más llamativo de la narrativa peruana última proviene —refiriéndonos a los últimos cinco años— de las editoriales independientes, que han sabido entregar voces que auguran una sólida proyección literaria, además, varias de ellas están armando catálogos coherentes, factor clave en la configuración del lector que se busca. Este es el caso del Hipatia Ediciones, que a mediados del año pasado publicó el segundo libro de cuentos de la escritora limeña Mariangela Ugarelli Risi: Fieras.
A diferencia de Artilugios (2022), en esta ocasión la autora presenta sus relatos bajo el amparo del asunto, es decir, si la simbología era el eje de su primer cuentario, en esta oportunidad el curso de la narración resulta más diáfano debido a su carácter funcional. Además, los lazos temáticos entre ambos proyectos mantienen las coordenadas de la casa: lo gótico y el terror psicológico, principalmente. Con Artilugios, Ugarelli demostró oficio y conocimiento de la tradición en la que sustenta su poética, que no debe justificarse por las coordenadas ya señaladas, sino por la mirada/sensibilidad que las distingue del uso común, pero con Fieras firma un favorable presente narrativo. Deja de ser promesa.
“Fábula del zorro y del hombre”, “Flora”, “El florero”, “La caja de arena”, “Carne”, “Los dráculas” y “El loro gris”, por citar algunos de los once relatos, cumplen con la formalidad que exige la distancia corta, pero a la vez suscitan suspicacia en el lector: parecen novelas atomizadas, lineales y con apego al final cerrado. En este orden de cosas, no sería exagerado señalar que la mayoría de los cuentos de Fieras hayan sido escritos en los inicios de Ugarelli en la escritura, manteniéndolos como idea e interviniéndolos mediante la rescritura. La tersura del asunto (los argumentos no son nada engorrosos) y la sustanciosa sencillez de la prosa, generan en el lector una cercanía con los tópicos universales puestos en bandeja: la venganza, el odio, el rencor, entre otros. De esta confluencia de recursos, sale la tensión narrativa que se requiere para perfilar a los personajes, la mayoría en situación límite (impulsados por la ¿locura?, ¿la enajenación? o ¿la pesadilla?). A ello, añadamos una actitud ética y crítica que no desentona con la dimensión literaria, pensemos en la denuncia contra el maltrato animal, por ejemplo. Conseguir este equilibrio es un signo tajante de madurez narrativa.
Un libro oscuro en su atmósfera y luminoso en su revelación. Con humanidad. Sin duda alguna, Fieras le devuelve al cuento peruano su sentido de historia y toque emocional. De eso se trata: transmitir.
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