El recién elegido presidente argentino, Javier Milei, intervino en el Foro de Davos haciendo manifestaciones que merecerían un suspenso a quien las hiciera en un examen de primero en cualquier facultad de Económicas del mundo.
En su discurso de siete páginas, Milei mencionó exactamente doce veces el término fallo o fallos del mercado para negar que existan: “Es imposible que exista algo así como fallos del mercado”.
Reto a quien pueda estar leyendo este texto a que encuentre en bibliotecas o en internet algún manual de Economía de mínimo prestigio utilizado en cualquier universidad en el que se diga que no existen los fallos del mercado (o fallas, como se traduce en algunos).
Pondré como ejemplo sólo a dos que son los más vendidos en las últimas décadas y de economistas bastante ortodoxos, utilizando para ello las ediciones que tengo a mano.
En la página 29 de su 19ª edición, el de Paul A. Samuelson y William Nordhaus, ambos ganadores del Premio de Economía del Banco de Suecia equiparado al Nobel, dice: “Se sabe que existen “fallas en el mercado”. Y seis páginas más adelante: “Desafortunadamente los mercados pueden no acercarse a la competencia perfecta por muchas razones. Las tres más importantes se refieren a la competencia imperfecta, como los monopolios; a las externalidades, como la contaminación; y a los bienes públicos, como la defensa Nacional y los faros. En todos los casos, las fallas de mercado provocan producción o consumo ineficientes».
En la 6ª edición de su manual Principios de Economía, George Mankiw define el fallo de mercado como “situación en la cual el mercado, por sí solo, no asigna los recursos eficientemente” (p. 13). En la página 182 dice: “El poder de mercado y las externalidades son algunos ejemplos de un fenómeno general llamado falla del mercado. Este fenómeno es la incapacidad que tienen algunos mercados sin regulación de asignar recursos de una manera eficiente”.
No es verdad lo que dice Milei. Los mercados por supuesto que tienen fallos y siempre han de resolverse con medidas políticas y normas jurídicas. Otra cosa es que estas puedan ser de distinta naturaleza y tener diferentes objetivos. Algunas, por supuesto, pueden provocar problemas aún más grandes que los fallos originales, si son inadecuadas. Y, como mostré en mi libro Análisis Económico del Derecho. Panorama doctrinal, el primero de esa disciplina que se publicó en España hace ya 36 años, los (inevitables) fallos del mercado se pueden corregir bien con normas que modifiquen la solución que hubiera dado el mercado, de haber podido funcionar; o con otras que traten de reproducirla, limitándose a garantizar la máxima eficiencia sin preocuparse de la equidad o de cualquier otro criterio de asignación.
Pero, incluso en este último caso, sigue habiendo fallos del mercado. A nadie en su sano juicio se le ocurriría decir que no existen los resfriados porque algunos medicamentos pueden curarlos.
Como dije, cualquier profesor de cualquier universidad del mundo debería suspender a Milei si dijera en un examen de primero que no existen fallos del mercado, como ha dicho en Davos. Es un error muy grave, pues todas las tesis y propuestas de política económica de los anarcoliberales como Milei derivan de considerar que el mercado es siempre perfecto. Puesto en cuestión ese principio, se derrumba toda su doctrina.
Milei no es un ignorante. Es un creyente, un ideólogo fanático que se inventa argumentos irreales para tratar de justificar su fé y engañar a la gente. Eso equivale a ser un mentiroso que, en todo caso, ya ha empezado a empobrecer a los argentinos llevando a la economía de su país, primero, a una inflación galopante y, luego, a una deuda colosal con un único propósito, dejar su riqueza en manos del capital extranjero. Lo veremos con toda seguridad en poco tiempo, pues sus políticas no son nada nuevas, ni mucho menos. Se han aplicado ya muchas veces y siempre han tenido ese mismo resultado. No puede ser de otra manera.
PD. De otras declaraciones que hizo en el mismo discurso, como que los neo-marxistas se han apropiado en todo el mundo “de los medios, de la cultura, de las universidades y sí, también, de los organismos internacionales”, ya no puedo escribir porque me da tal ataque de risa al intentarlo que me bailan las teclas del ordenador.
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