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He escuchado el discurso del argentino J. Milei en la ONU. ¡Brillante, soberbio, ajustado y sin fisuras! Digno de constar en los anales de esa organización que, Milei ha denunciado, porque la ONU ha perdido el norte y todos sus méritos, tanto fundacionales como por la declaración de los derechos humanos universales.
El pasado 25 de julio el gobierno argentino del ultraderechista Javier Milei, intervenía la Universidad Nacional Madres de Plaza de Mayo (#UNMa) a la que ya le había retirado todo el presupuesto previamente, desde que llegó al poder el 10/12/2023-.
Olvidemos lo más superficial que estos días ha copado la batallita entre los dos mandatarios: frases y gestos más o menos hirientes, uso político y electoral de uno y de otro, hipérboles procedentes de los afines, retirada de embajador, horas vacuas de telediario, tertulias analizando palabras y formalidades, etc.
El presidente de Argentina, Javier Milei, tiene previsto volver a España el próximo 21 de junio para recibir un premio que le otorga el Instituto Juan de Mariana, de la Fundación del mismo nombre, creada en el 2005.
Hay que dar las gracias a Milei por ser tan transparente y no hacer como aquí, que se embarran las cosas de tal modo que no se sabe a ciencia cierta quién es quién y qué persigue cada cual. Gracias, porque después de explicar qué es la motosierra y escribir en la pizarra que “la justicia social es una aberración” y que “el Estado no es la solución, es el problema mismo”, haya dejado señales entizadas en los ternos de importantes empresarios españoles.
En los principales medios del país, se reiteran las más diversas interpretaciones sobre el artículo “Trump, los medios y la “banalidad de la locura”, que la periodista Gail Scriven escribiera, al parecer, para el diario La Nación. El texto hace hincapié en las extravagancias de personajes como Trump y Milei, sobre todo a partir del histórico papelón que el presidente argentino decidió protagonizar ante la parcialidad complaciente de la ultraderecha española.
La estrella del firmamento neoliberal argentino, Javier Milei, se habría convertido en el vivo reflejo de la incongruencia trumpiana y habría conseguido suplir su bisoñez en la gestión pública con el impacto mediático de sus intervenciones públicas.
En una serie de artículos que titulé ”La Parodia Nacional”, relataba de una manera jocosa, no exenta de dramatismo, los acontecimientos que se venían produciendo en la vida política nacional desde que Pedro Sánchez se “encumbró”, vía moción de censura, a la alta magistratura de nuestra Nación. La parodia que no cesa, desgraciadamente, se ha reestrenado en estos últimos años en el ámbito de nuestras relaciones exteriores.
El revuelo que se ha originado por lo dicho por Milei es, además de excesivamente desmesurado e injustificado, una especie de bomba lacrimógena para que los conmilitones de Pedro Sánchez, a semejante de las plañideras de los antiguos ritos funerarios romanos, eleven sus llantos y lamentos a lo más alto de los espacios siderales.
En la política española actual, la confrontación y la calumnia parecen ser estrategias recurrentes, especialmente cuando se observan las interacciones entre Pedro Sánchez y su gabinete del PSOE con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid (ya antes se enfrentó a ella el líder anterior del PP, Casado, desaparecido en combate). Este enfrentamiento no es nuevo y ha sido una constante en la escena política desde hace años.
Sabe lo que son; se lo explicaron y, lo peor de todo, es que le da igual abrazarles, compartir mitin y retratarse con ellos para la posteridad. Parece que en la cruzada contra el socialismo y los 'colectivistas' todo vale, incluso darte abrazos de oso con lo mas granado del populismo nacionalista conservador de Occidente.
Cuando en las relaciones personales, sociales o políticas se pierden o desprecian las mínimas reglas o costumbres de educación o cortesía, éstas se convierten en un territorio minado donde el desencuentro y el enfrentamiento vienen a ser la tónica general entre los miembros de una colectividad. Si además esto se traslada a las relaciones personales de ámbito internacional, las consecuencias pueden ser imprevisibles.
Hay algo de lo que muy poco se habla en la política argentina. La irrupción de Milei en ese ágora parece haber frenado una dinámica histórica, casi inmemorial en la forma de hacer política. Más allá de las diferencias, las reyertas y hasta los agravios, la política terminó, siempre, posibilitando las negociaciones, los consensos de mayor o menor cristalinidad y en ese marco que admitía un adentro casi coloquial y un afuera políticamente suburbano.
El pasado noviembre, Trump prometió “extirpar de raíz… a los matones de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país”. Hace unos días, una candidata de su partido a superintendente de escuelas públicas en Carolina del Norte decía que los republicanos que siguen la Constitución “necesitamos matar a los traidores».
En diálogo con Infobae desde Estados Unidos, el profesor Hanke afirmó que el Banco Central ya tiene las reservas suficientes para llevar adelante este cambio monetario y que esperar otras condiciones previas es una “tontería”. La entrevista se tomo por el destacado periodista Martín Kanenguiser.
El presidente Milei logró que el engendro legislativo, denominada eufemísticamente “Ley de Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” se aprobara en Diputados y que ese pronunciamiento mayoritario luzca preocupantemente holgado. Las esperanzas de detener este artefacto macabro quedan libradas a la discusión en particular de su desmañado y variopinto articulado.
Milei fue fiel a sí mismo y no defraudó en Davos. Su discurso en la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM) ha tenido un gran impacto en todo el mundo. Fue más seguido que cualquiera de los cientos de participantes, todos ellos miembros de la élite empresarial y política mundial. En el canal oficial del Foro en Youtube, la intervención de Milei lleva 40 veces más reproducciones que la de Sánchez.
El recién elegido presidente argentino, Javier Milei, intervino en el Foro de Davos haciendo manifestaciones que merecerían un suspenso a quien las hiciera en un examen de primero en cualquier facultad de Económicas del mundo. En su discurso de siete páginas, Milei mencionó exactamente doce veces el término fallo o fallos del mercado para negar que existan: “Es imposible que exista algo así como fallos del mercado”.
Visto desde fuera de las fronteras de La República de Argentina, Javier Milei, el actual presidente, candidato por Libertad Avanza, puede parecer un tipo sacado del programa de los teleñecos. Un individuo mal peinado y extravagante, que alardea de esa excentricidad como cualquier populista al uso. En cierta manera, a mí, personalmente, me recuerda a Triki, el monstruo de las galletas de Barrio Sésamo.
Aquel fue uno de esos momentos que cambiaron la historia, al menos la de Alemania y quizá la de toda Europa. Era el último día de la primavera de 1948 y Ludwig Erhard se la jugaba en ese instante a cara o cruz. Mientras le caía una bronca monumental a grito pelado por parte de Lucius Clay, Comandante General de los EE.UU y máximo responsable de la ocupación aliada en Alemania, él no paraba de moverse de un lado a otro de aquella vetusta sala polvorienta y plagada de libros.
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