Milei fue fiel a sí mismo y no defraudó en Davos. Su discurso en la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM) ha tenido un gran impacto en todo el mundo. Fue más seguido que cualquiera de los cientos de participantes, todos ellos miembros de la élite empresarial y política mundial. En el canal oficial del Foro en Youtube, la intervención de Milei lleva 40 veces más reproducciones que la de Sánchez.
Los tiempos cambiaron, el chico de moda ante las cumbres ya no es Varoufakis, ahora es Javier. La fuerza emergente y contestataria ya no es la izquierda radical, sino el libertarismo -¿cuándo fue la última manifa antiglobalista de la izquierda en una cumbre de algún organismo internacional?
Aquellos que clamaban contra la casta y las élites quemando neumático en las calles ahora representan el globalismo más puro y dirigen los ministerios de la Agenda 2030 -Iglesias, Belarra o Enrique Santiago, por ejemplo-. El capitalismo de amiguetes les compró a base de sillones de segunda e ideas y algunos capitales procedentes de la élite política y financiera.
De todos modos, aún queda algo de disidencia en la intelectualidad anticapitalista. Es curioso como aquí los dos extremos se tocan. Tanto intelectuales de extrema izquierda como Noam Chomsky y libertarios capitalistas como Milei coinciden, eso si cada uno con sus cositas, en cantarle las cuarenta al foro capitalista más famoso.
Aunque sacó por momentos la patita conservadora y conspiranoica, asegurando que todos tenemos los mismos derechos inalienables "otorgados por el creador, entre los que se encuentra la vida", o chorradas como lo de que el aborto es un método de control poblacional por parte de la agenda globalista y de las élites mundiales, por lo demás la base del discurso de Milei en términos generales fue magistral y muy potente.
El socialismo de hoy es el estatismo
Lo de Milei fue una loa del capitalismo de libre mercado y de su historia -"una explosión de riqueza desde que se implantó"- y una alerta sobre el avance en Occidente del 'socialismo', entendido no como la propiedad estatal de los medios de producción, sino como estatismo - o enorme peso del Estado en la economía y en el control de los ciudadanos-.
Lo que quiere decir el presidente de Argentina es que el socialismo actual, sin tratar de estatalizar ya los medios de producción, interrumpe, cada vez más y a través del Estado, el ciclo de la creación de riqueza al interponerse entre los empresarios y la creación de valor que estos traen, dando privilegios legislativos, subvenciones a unos o a otros, expoliando con impuestos y regulando con celo la actividad de todos.
En opinión de los libertarios, el Estado no tiene la información -porque no le llega y porque es inabarcable- para tomar decisiones correctas u óptimas en cada momento. Ese flujo de información - necesidades del consumidor, recursos disponibles, avances tecnológicos, precios, etc, lo tiene el emprendedor y se genera ante sus ojos, cada día, cada minuto, coordinando todo el proceso y tomando decisiones al momento. Si, incluso teniendo esa posición privilegiada, el empresario se basa en la constante prueba y error como método de experimentación y aprendizaje, ¿Cómo va a acertar un funcionario o burócrata desde su despacho ministerial - con la piñata detrás de su cabeza, ojos vendados y palo en mano- sin saber que pasa más allá de la curvatura de su nariz, recibiendo mal y tarde una versión parcial y subjetiva de la realidad, presionado además por lobbies, electores, medios de comunicación, dirigentes de su partido y en algunos casos el sectarismo de su propia ideología?
Milei no tuvo empacho en soltar a la cara de los líderes mundiales que "han abandonado el modelo de la libertad por distintas versiones de lo que llamamos colectivismo", una etiqueta con la que señala a casi todo el espectro ideológico y político actual, desde socialdemócratas hasta comunistas, pasando por fascistas, nacionalistas o democristianos. Todos ellos estarían contaminados por ideas 'colectivistas ' ya que, según su relato, los 'neomarxistas' ganaron culturalmente hace tiempo y consiguieron adueñarse de los medios de comunicación, la cultura, las universidades, "y sí, también de los organismos internacionales. Este último caso es el más grave porque se trata de instituciones que tienen enorme influencia en las decisiones políticas y económicas", espetó en el rostro de los asistentes. En su listado, no incluyó -conscientemente- a los conservadores, ya que este libertario bebe de fuentes derechistas - cada día se le nota más la influencia de Agustín Laje en los temas morales-. Es más bien un paleolibertario, un liberal anti estado con influencias tradicionalistas y sesgo a la derecha.
En efecto, no es un libertario perfecto. Que se le va a hacer, pero tampoco vamos a matar tan pronto al primer presidente libertario de la historia del planeta, a alguien que se atreve a romper los techos de cristal del consenso socialdemócrata, se declara enemigo del Estado y amante de la libertad. A estas alturas de la película, estos tesoros hay que conservarlos en oro en paño al menos un tiempo.
Contra el 'crony capitalism'
Acabó el discurso dirigiéndose a los empresarios no prebendarios - aquellos que no aceptan las prebendas y privilegios del Estado -, a los que calificó de héroes y benefactores sociales: " No se dejen amedrentar ni por la casta política ni por los parásitos que viven del Estado. No se entreguen a una clase política que lo único que quiere es perpetuarse en el poder y mantener sus privilegios. Que nadie les diga que su ambición es inmoral".
Cabe destacar la radicalidad del discurso - en el sentido de ir a la raíz, a las esencias del liberalismo y del capitalismo de libre mercado, en claro contraste con el actual crony capitalism o capitalismo clientelar o de amiguetes, en el que gobernantes y corporaciones se alían para repartirse poder y privilegios y pactan una misma visión del mundo y de las soluciones. Desconfíen cuando oigan a un político hablar de 'campeones nacionales' refiriéndose a empresas estratégicas.
Tan radical fue su visión liberal que se presentó como un negacionista de los fallos de mercado, endosando a los neoclásicos - conjunto de diferentes escuelas de pensamiento económico entre las que podría estar la austriaca, que es la suya-, la culpa de que se hayan consolidado en el imaginario colectivo como defectos crónicos del mercado.
Como buen doctor - de economía en su caso - lo mejor lo dejó para el final, como esa receta tranquilizadora que te da al acabar la visita. En su caso, la extendió en su frase final, a modo de recomendación y corolario: "No cedan al avance del Estado. El Estado no es la solución. El Estado es el problema mismo".
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