Cuando en las relaciones personales, sociales o políticas se pierden o desprecian las mínimas reglas o costumbres de educación o cortesía, éstas se convierten en un territorio minado donde el desencuentro y el enfrentamiento vienen a ser la tónica general entre los miembros de una colectividad. Si además esto se traslada a las relaciones personales de ámbito internacional las consecuencias pueden ser imprevisibles.
El ejemplo más evidente fué el de Rodriguez Zapatero que estuvo muy cerca de arruinar nuestras relaciones con EEUU con su lamentable gesto hostil hacia su bandera. Su aventajado alumno Pedro Sánchez no ha querido ser menos, permitiendo que un destacado miembro de su gobierno, Óscar Puente, insultara gravemente al presidente de la Nación Argentina, Javier Milei, acusándolo de la ingesta de “sustancias opiáceas”. Si a esto se le añade el desprecio que supuso hacia el presidente argentino el no felicitarle por su victoria electoral o no enviar a ningún ministro a su toma de posesión acompañando a SM El Rey, resulta evidente que la política atlántica e iberoamericana de este gobierno está más cerca del grupo de Puebla y de los mandatarios comunistas que de las democracias liberales occidentales.
Esa misma dirección es la que el gobierno ultramontano y comunista de España, está imprimiendo a nuestras relaciones en el seno de la Unión Europea. En diciembre del año pasado la descortesía y la mala educación de Pedro Sanchez se hizo patente en el Parlamento Europeo, cuando en el Plenario de Estrasburgo compareció para dar cuenta de su deslucida presidencia. En aquella sesión insultó gravemente al presidente del Partido Popular Europeo, recordando el pasado nazi de Alemania e identificando a la derecha europea del grupo parlamentario que representa con la “extrema derecha”, y abandonando posteriormente el hemiciclo sin escuchar la respuesta del alemán Manfred Weber.
El futuro en la Unión Europea de Pedro Sánchez lo vaticinó sin ambages el propio Manfred Weber: “Sánchez está descalificado para cualquier cargo europeo tras lo que hizo en Estrasburgo”. ¿Somos un país fiable para Europa? La respuesta se puede encontrar en una sonada exclusión de España en una conferencia patrocinada en el mes de febrero por Reino Unido y Francia en el Lancaster House de Londres para estudiar la posibilidad de establecer cierto orden en el uso de los software espías, como Pegasus, a través de una legislación internacional.Entre los países que sí acudieron, figuraban EEUU, Bélgica, Grecia, Italia, República Checa y Polonia.
¿Acaso la ciberseguridad no es una cuestión de interés para España? ¿No se ha llegado a espiar por el sofisticado software espía Pegasus al propio presidente del gobierno y a varios de sus ministros?¿ No está en entredicho nuestra política con Marruecos por este espionaje? A esta marginación, se une el fracaso de su gira “turística” por los Estados miembros de la Unión, en la búsqueda de adhesiones a su personal posición para el reconocimiento del Estado palestino y que con tan poco tacto diplomático también tensionó las relaciones con Israel.
Las recientes amenazas proferidas por el propio Sánchez para controlar la justicia y los medios de comunicación por considerarlos causantes de todos sus problemas personales, familiares y políticos, estoy convencido que han despertado todas las alarmas en el seno de la UE sobre la calidad democrática de España que cada vez más cerca de un Estado fallido que de un Estado democrático y de Derecho . Utilizar la democracia y las reformas legislativas para controlar y perpetuarse en el poder es propio de regímenes totalitarios como el de Putin y dictaduras bananeras como las de Venezuela, Cuba, Bolivia… Más de un mandatario europeo se estará preguntando si Zapatero y Pedro Sánchez no se han convertido ya en el caballo de Troya del comunismo bolivariano en la misma Europa…
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