“Y sobre esta piedra, Petrus, edificaré mi Iglesia”. Y parece ser que fue tal como se relata, pues ya llevamos algo más de dos mil años y lo que colea.
Pues bien, nuestro-vuestro Pedro contemporáneo, está dispuesto a que no se forme gobierno ni por activa o pasivamente. Y así, tras su encierro en Mojácar donde no se le vio el pelo porque portaba una gorrilla celestona, ha vuelto a abrir la boca con ese monosílabo que tanto le agrada para hacer la puñeta a Mariano y, de rebote, a España.
Ni el agua es más clara que este hombre transfigurado en el monte Tabor del Comité Federal del PSOE donde ha vuelto a gritar a los cuatro vientos, mientras los barones, incluyo a la baronesa, se achantaban, un NO… rotundo a la posible investidura del señor Rajoy.
Su tesis doctoral, muy bien explicada por cierto, se resume en muy pocas palabras: “el pueblo nos ha enviado a la oposición”. Tesis, por cierto, no fundamentada por falta de una profunda explicación sobre la causa por la que ha obtenido el mayor desastre electoral socialista de la historia contemporánea de este conjunto de españoles que, de nuevo, podemos vernos de nuevo en una fila de fieles ciudadanos para comprobar si a la tercera va la vencida.
Y es que, como se lo explicaría un servidor señor Pedro para que usted y sus adláteres me comprendan. Fíjese que en Madrid, capital del Reino, con unos resultados irrisorios en las pasadas municipales, o en Cádiz, o por tierras gallegas, no digamos en Barcelona, Valencia, Baleares y otros lugares que no menciono por aquello de no aburrir al personal, lo enviaron también a la satánica oposición; pero usted, tal vez con buen criterio, quiso salir de tamaño infortunio y se coaligó con el ejército de Podemos y sus ya famosas confluencias y en ello están.
Pues no tenga miedo, señor Pedro, y conforme un gobierno nacional con los que ya lo hicieron; mire que si no lo hace ustedes jamás serán oposición ni gobierno porque don Pablo se los comerá en el Congreso de los Diputados y, no digamos, en los “círculos” callejeros.
Y finalizo con aquella frase que dicen pronunció un tal Jesús: “Porque no eres frío o caliente estoy por vomitarte de mi boca”.
Pues eso, que se vaya de una puñetera vez.
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