Una vez más, he de confesar mi asombro y especial motivación por aquellos proyectos que caminan por los pasillos negados de otras vidas siempre con la firme voluntad de ayudarnos a entender otras realidades donde apenas entra la luz. Es el caso de las diferentes asociaciones y/o plataformas que coordinan diferentes perspectivas de la asistencia sexual (AS) para personas con discapacidad funcional y que todas concurren en el valor de la <singularidad> como elemento indispensable en el proceso de individuación y sobrevivencia de una sociedad libre e igualitaria en la diversidad.
Segregar al ser humano de su dimensión sexo-afectiva a causa de barreras discapacitantes ignorando la posiblidad de explorar y avanzar en lo opuesto, concierne a una suerte incomprensible e injusta de <ostracismo existencial> que debilita la consideración del ciclo vital de las personas en situación de diversidad funcional. La heteronomía moral establece líneas divisorias que reducen la complejidad de una moralidad sexual aceptada, al tiempo que define lo plausible de ser vivido y por quiénes.
La propia psicología social fundamenta que la voluntad de extender el reconocimiento o promover iniciativas sobre la posibilidad real de llevarlas a cabo en beneficio de determinados colectivos que por norma, acostumbramos a no reconocernos en ellos, siempre provoca un sentimiento de agravio en otros sectores de la comunidad. En el citado caso, no es diferente puesto que la expresión cultural hegemónica concurrente de una sexualidad totalitaria y limitante logra situar en el centro del presente debate ético social sobre el derecho al propio cuerpo, la idea desfigurada y prostituida de la intimidad observada como <no normativa>, lejos, muy lejos de la cognición social e integradora necesaria para la intelección de lo que representa un aspecto fundamental de nuestra propia identidad y que nace irrenunciable para la manifestación única del <Yo Real> .
Laconceptualización prefijada y alienadora de la “industria del coitocentrismo” condiciona las expectativas de desarrollarse en la convicción objetiva de la manifestación de otras corporalidades que requieren de una complementariedad adecuada en la confianza y con el mismo propósito común a todos nosotros: la plenitud de vida.
Es por ello, que no hablaré de la prostitución.
Actualmente, en España la figura del asistente sexual se mantiene en el halo de la alegalidad. Es decir, no existe ningún tipo de regulación legislativa ni organismo público verificador de la actividad asociativa recogida por la misma en los diferentes manifiestos fundacionales o de intenciones. Por el momento, solo queda esperar el deber de una conducta honesta e íntegra de todas las partes. Ahora bien, no olvidemos que atañe a lo público procurar por los aspectos objetivos y subjetivos de la calidad de vida en la discapacidad.
Llegados aquí, la pregunta es: ¿la asistencia sexual es un derecho? El recorrido de esta pregunta es tanto como plantearse la dignidad de forma accesoria, que siempre has de alcanzar por ti mismo y sin importar cómo. ¿No creen?
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