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Bancos avarientos que destruyen economías y democracias

Los más de 26.000 millones de euros de beneficios de la banca española son una manifestación más de la degeneración del sistema financiero actual
Juan Torres López
miércoles, 7 de febrero de 2024, 09:31 h (CET)

Ha querido el azar que hayan coincidido dos hechos que merece la pena comentar. El primero, el anuncio de que sólo los cinco mayores bancos españoles ganaron 26.088,1 millones de euros en 2023, un 25,96 % más que el año anterior. El segundo, la publicación de un nuevo libro del economista Gerald Epstein sobre el papel de los bancos en las economías contemporáneas.


Epstein es catedrático de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst y este libro es el resultado, según él mismo ha comentado, de varias décadas de investigación. En esta obra demuestra, con multitud de datos y documentos, que existe lo que llama un auténtico “Club de banqueros” formado por políticos, funcionarios, directores ejecutivos de empresas no financieras, dirigentes de los bancos centrales, abogados y economistas que unen sus fuerzas para defender los intereses de la banca privada y hacer que las leyes le favorezcan.


Gracias a ello, se ha podido imponer una libertad de acción generalizada que permite a la banca desentenderse de la economía real para dedicarse a la especulación financiera llevando a cabo inversiones muy rentables, pero sumamente arriesgadas. Así ha obtenido cada vez más ganancias y poder, aunque produciendo al mismo tiempo la mayor intensidad de crisis financieras de la historia de la humanidad.


Prueba de ello es que no más del 15% de la actividad financiera global se dirige a financiar a la que realizan empresas y consumidores para crear bienes y servicios o consumirlos. El resto, pura especulación improductiva.


Y no sólo eso, es cada día más evidente que la banca de nuestro tiempo es la fuente de donde mana el dinero sucio que utilizan los delincuentes que cometen los delitos internacionales más aberrantes y sostienen el crimen organizado, y que son los propios bancos quienes corrompen y financian la corrupción de la vida social y económica, habiendo sido condenados por ello en docenas de ocasiones, a pesar de la influencia directa que, en todos los países, tienen sobre la administración de justicia. Basta consultar en cualquier buscador de internet para encontrar multitud de noticias, estudios e informes sobre ello y comprobarlo.


Los más de 26.000 millones de euros de beneficios de la banca española son una manifestación más de la degeneración del sistema financiero actual. No son el resultado de una actividad que ayude a las empresas y cree riqueza. Son, en realidad, una autentica regalía, el resultado de un privilegio. El que concede el Banco Central Europeo a los bancos cuando lleva a cabo una política monetaria que sólo sirve para aumentar sus ganancias. Les deja que transmitan las subidas de tipos al crédito sin apenas aumentar la retribución de los depósitos que reciben, mientras que les paga más por los que la banca hace en el banco central. Lo cual, además, genera pérdidas en los bancos centrales que tendrán que pagar los gobiernos, es decir, el conjunto de la ciudadanía.


Los beneficios que vienen obteniendo los bancos españoles sólo pueden calificarse como obscenos e insultantes, no sólo por su cuantía exagerada, cuando las empresas y familias pasan tantas dificultades para salir adelante; sino también por ese origen mencionado y porque muestran que la banca actual, como señala Epstein en su libro, ha perdido su función tradicional, la de administrar el ahorro y financiar a quien necesita recursos para crear riqueza y satisfacer necesidades.


El negocio bancario de nuestros días no contribuye a que funcione la economía. Por el contrario, le pone palos en las ruedas, es corrupto, provoca crisis que pagan los ciudadanos y las ganancias ingentes que obtienen dan a los banqueros un poder político y mediático que destroza las democracias, porque su libertad para ganar dinero sin descanso, sin límites y sin miramientos es, por definición, incompatible con la del resto de las personas.


Si viviéramos en un mundo decente no se permitiría que todo esto ocurriera. La actividad bancaria se consideraría un servicio público esencial para la economía y los bancos estarían obligados a proporcionar recursos a empresas y familias solventes, sin poder provocar su escasez artificial.

Habría una banca pública para encargarse de la financiación no necesariamente rentable pero imprescindible, y la privada tendría que someterse a ese principio, ser transparente y rendir cuentas; exactamente lo mismo que los bancos centrales que no pueden seguir siendo meros instrumentos al servicio del interés privado.


Lo que hay tras el vergonzoso beneficio de la banca es sólo avaricia y lo que esta esconde lo descubre a la perfección el saber popular: en el arca del avariento, el diablo yace dentro.

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