Cuando somos pequeños nos enseñan ideas y discursos, en los cuales nos animan a hincar codos en el futuro. Eso es algo que se evidencia con la típica pregunta que se les hace a los niños de qué quieren estudiar el día de mañana. Muchos dirán que astronautas, otros periodistas y multitud de ellos, por desgracia, influencers. Y es que estas respuestas han ido variando a lo largo de las generaciones y todo ello, marcado por la sociedad en la que se están desarrollando. En la nuestra, lo que prolifera es la tecnología y a veces, su mal uso en esas edades tan tempranas para tener acceso a un mundo sin límites éticos. Y no es que su aparición haya sido mala, pero sí lo ha sido para adelantar determinados contenidos en la etapa infantil y juvenil.
Será en el periodo escolar donde tengamos la obligación de aprobar, de superar los diferentes cursos por los que pasaremos y serán nuestros padres o tutores, los que estén ahí de forma constante para marcarnos el rumbo porque no tenemos otra cosa más que hacer en esos años. No se nos exige nada más que eso. Llegaremos a la adolescencia y será cuando nos podamos desviar bastante del camino marcado porque cambiaremos y querremos retar a las normas establecidas, ya es lo que toca y nuestro mundo dejará de ser el que era para dar prioridad a las amistades y sus diversos círculos. No pensaremos en lo que vendrá porque seremos adolescentes. Pero esa fase también pasará para dar lugar a la formación de una cabeza más estable que tendrá que llegar a una edad en la que deberá decidir si seguir estudiando o simplemente, buscar un trabajo. Y pudiera ser, que nos planteemos que lo único que sabemos hacer y que hemos hecho toda la vida sea estudiar y decidamos seguir con eso. O que tengamos una vocación que queramos desarrollar porque cada vez que oímos hablar de ello se nos enciende la curiosidad de saber más y más. Pero sea como sea, si tomamos el rumbo de formarnos es con la intención de que cuando acabemos, desempeñar todos esos años de esfuerzo.
Y estudiaremos y pasaremos horas delante de los apuntes y pasarán los años. Nos gustará tanto adquirir conocimientos que no desistiremos y al creernos jóvenes, seguiremos cultivándonos para cuando acabemos, ir al encuentro de un empleo relacionado con eso que diremos que es “lo nuestro”. Y llenos de ilusión y esperanzas buscaremos pero con el paso del tiempo, nos sucederá lo que a muchas personas de nuestro alrededor, es decir, que no encontraremos nada relacionado con ello y que valga la pena. Pudiéramos pensar que lo que a otros les ocurre es mala suerte o que no saben buscar bien un empleo, pero nos daremos cuenta que la realidad es aún peor de lo que nos cuentan.
Y lo cierto, es que llegará un día en el que nos replanteemos hasta qué punto ha merecido la pena o no, haber estudiado. Podremos pensar que hemos perdido el tiempo y que durante ese periodo podíamos haber estado haciendo algo más útil para la sociedad y no el hecho de estudiar libros y cientos de apuntes que luego tan sólo nos han servido para plasmar en unas hojas de examen y cuyo único fin era el de aprobar. Nos sentiremos engañados con algo que nos vendieron que, después, no ha sido como lo pintaban. Y habrá trabajo, claro que sí, pero no de la manera que pensábamos.
La sensación de impotencia y frustración que puede tener una persona tras haber estudiado algo determinado y saber que nunca podrá trabajar de ello, genera insatisfacción con uno mismo. Es algo así como una decepción interna que hace pensar qué hubiera pasado en caso de haber tomado otro camino. Y es que hay que dejarse de hacer esa pregunta porque tampoco lo hubiéramos sabido. Quizá el resultado hubiera sido el mismo porque el desempleo azota a todos por igual a no ser que uno tenga contactos cuyas incorporaciones se hacen de forma directa pero cuando eso no es así y no se tiene esa gran suerte, la lucha diaria de haber desperdiciado años en algo que no ha servido puede resultar angustiosa.
Lo importante es no pensar ni en el pasado ni tampoco en el futuro. Lo que hay que hacer es sentirse orgulloso de haber alcanzado metas que en su día logramos y que la cultura por tiempo y esfuerzo que nos haya costado, no podrá quitárnosla nadie. La capacidad de razonamiento, comprensión o concentración son virtudes que hemos adquirido y que aunque no nos demos cuenta, estarán presentes ya en todos los ámbitos de nuestra vida. Y es que, hay que recordar que unos estudios o un trabajo no nos definen como personas, porque lo que de verdad vale es el ser humano en el que nos hemos convertido a raíz de esos estudios. Y que podrá no dar los frutos esperados pero la experiencia y la perseverancia, la hemos tenido y eso nos hace ser luchadores para otras circunstancias y adversidades que la vida nos ponga por delante.
|