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Demografía

Un aspecto de la deriva demográfica es el de la caída de la fecundidad, con el consiguiente envejecimiento, reflejado en pirámides de población ya invertidas en gran parte del orbe desarrollado
Juan Antonio Freije Gayo
viernes, 16 de febrero de 2024, 10:39 h (CET)

Se define la demografía como ciencia cuyo objetivo son  las poblaciones humanas, haciendo hincapié en su crecimiento y estructura, con un peso significativo de las técnicas estadísticas. Aunque se utiliza con frecuencia el adjetivo “demográfico” en diversos contextos, no parece que asunto tan principal sea el centro de interés en el presente.


Allá por la década de los setenta del pasado siglo, estuvo muy en boga el asunto de la “bomba demográfica”, auspiciado por el Club de Roma, con un estudio titulado Los límites del crecimiento, monografía con predicción apocalíptica orientada a sembrar la alarma sobre la no sostenibilidad de una población desbocada en relación con los recursos.  Se asimilabandichas conclusiones con las de Malthus quien, en el siglo XVIII, identificó un crecimiento geométrico de los efectivos humanos frente al crecimiento aritmético de recursos y alimentos. Las consecuencias posteriores de la revolución industrial desmintieron al clérigo anglicano, pues la sostenibilidad no es una realidad estática, sino que evoluciona y se transforma, por lo cual quedaron pronto desfasadas las predicciones del inglés.  Algo parecido ocurrió con los avisos del Club de Roma, pues el control de la natalidad en ciertos países del denominado Tercer Mundo, como China e India, aminoró la velocidad de crecimiento y la cuestión fue quedando en segundo plano, hasta que fue sustituida por la nueva oleada ambientalista que ahora nos anega.


Sin embargo, otro aspecto de la deriva demográfica, que no parece preocupar en nuestros días, es el de la caída de la fecundidad, con el consiguiente envejecimiento, reflejado en pirámides de población ya invertidas en gran parte del orbe desarrollado. Tiene ello secuelas muy diversas y todas significativas.


En el número de F&D (publicación trimestral del FMI) correspondiente a junio de 2023, David E, Bloom y Leo M. Zucker firmaban un artículo titulado “El envejecimiento, la auténtica bomba demográfica”. Según ellos, desactivada la amenaza de la explosión demográfica, se observa una desaceleración progresiva del crecimiento. Al mismo tiempo, se producen cambios en la estructura por edades de la población mundial, con aumento de la esperanza de vida y, en relación con ello, se prevé que la proporción de efectivos con más de ochenta años se cuadruplicará entre el año 2000 y el 2050.  Según los autores del trabajo, estos cambios “hacen presagiar un enorme cúmulo de problemas de salud, sociales y económicos en las próximas décadas, y también apuntan a la idea, hasta hace poco improbable, de una despoblación generalizada”. Todo ello tendrá, como ya las tiene en el mundo más desarrollado, secuelas económicas que afectarán a las pensiones y al coste del sistema sanitario, así como a la estructura productiva en general.


Se habla, sin embargo, muy poco sobre el asunto, pues parece que el ambientalismo oscurece al resto de problemas. Por otra parte, coincidirá todo ello con el desarrollo de la inteligencia artificial, cuyas consecuencias en forma de empleo se anuncian arduas. Como no parece que los robots ni los algoritmos, ni tampoco las mascotas, vayan a sufragar los gastos públicos, es hora de empezar a plantearse cambios y alternativas en forma de ideas nuevas para tratar los nuevos problemas. No todo gira en torno a la huella de carbono.

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