Un 16 de febrero de 1935, el Cónsul de la República Polaca en Asunción, Edward Paciorkowski, informaba que había oído rumores de un posible levantamiento militar contra el gobierno de Asunción. Su informe iba a Varsovia adjuntado por la Legación polaca en Buenos Aires.
Con motivo del inminente alzamiento, escribió Paciorkowski, se había mantenido atento a los movimientos en Villa Lidia, en la intersección de las actuales avenidas Mariscal López y General Santos de Asunción, residencia del presidente Eusebio Ayala.
El cónsul polaco residía precisamente en frente a la casa del presidente Ayala, que disfrutaba sus últimas horas en el poder en una piscina de San Lorenzo. En su informe, el cónsul polaco también puntualizó que el gobierno buscaba ganarse al general Félix Estigarribia, para así mantener el apoyo del ejército.
En ese contexto, se había concedido una pensión exorbitante de mil quinientos pesos oro al citado general, y cien pesos adicionales a su hija por cumplir funciones de secretaria, explicaba el cónsul polaco.
El diplomático también consignaba que el general Estigarribia llevaba una vida de lujos desconocidos en el ambiente local, citando que contaba con tres automóviles particulares, y en su residencia ofrecía costosas recepciones y bailes.
Esto habría contribuido inequívocamente a crear un descontento con el régimen imperante, que había negado incluso muletas a combatientes que volvieron lisiados de la reciente guerra del Chaco.
De acuerdo al informe del Cónsul polaco Edward Paciorkowski, el día 17 de febrero de 1936 a las seis de la mañana, llegaron varios camiones militares a la Villa Lidia, residencia del presidente Eusebio Ayala, quien minutos antes había abandonado la casa para dirigirse al centro de Asunción. Paciorkowski cruzó la avenida para dialogar con ellos, y solicitar protección para su consulado, encontrando a un oficial conocido y su amigo el Dr. Battilana.
Estos le aconsejaron izar la bandera de Polonia en su sede y le garantizaron absoluta seguridad, así como inmediato auxilio en caso de necesidad. El cónsul polaco se dirigió entonces al centro de la capital, para presenciar los acontecimientos de primera mano. Pudo constatar que un capitán y tres miembros de las fuerzas policíacas habían fallecido, y había alrededor de una docena más de heridos en los alrededores del cuartel de policía.
La policía montada intentaba dirigir el tránsito.
A la altura de la calle Chile, en una vereda se ubicó un contingente de partidarios de la revolución, enfrente a otro grupo leal al gobierno formado por policías.
El cónsul atestigua que vió como los revolucionarios empezaron a avanzar realizando disparos al aire al cruzar la calle, momento en el cual los policías se dispersaron y emprendieron la huída.
En el informe político número 170, fechado en Río de Janeiro el 7 de marzo de 1936, el representante polaco en Brasil, Tadeusz Grabowski informa a Varsovia que los referentes del poder en Río seguían con vivo interés la situación gestada unas tres semanas antes en Paraguay.
Grabowski señalaba en su misiva que el gobierno de Rafael Franco anunció que ayudaría a las víctimas de la guerra, entregaría tierras a desposeídos, prestaría atención a la industria y pequeñas granjas, e impondría impuestos a los latifundistas. Todo esto además de regular salarios y horas de trabajo en favor de los obreros.
Con una fuerte dosis de realismo, pronosticaba que esta situación surgida en Paraguay "crearía nuevas dificultades políticas en Sudamérica".
Estas cartas de la diplomacia polaca revelan la zozobra imperante en la Segunda República polaca, que asediada por vecinos buscaba auxilio en Francia e Inglaterra. Hoy como ayer, esto se consideraba una provocación por las potencias aledañas.
Un país atribulado y necesitado de tierras lejanas donde enviar colonos, sin embargo, hoy puede ofrecer a través de sus diplomáticos de aquel tiempo a un lector perspicaz, una de las más agudas y objetivas descripciones explicativas de un momento crucial de la historia del Paraguay. LAW
|