En su primera novela larga, Jaime Pérez de Sevilla (Madrid, 1983) pone el foco nada menos que en el Ku Klux Klan. Un movimiento que parece haber desaparecido en los últimos tiempos, pero que, lamentablemente, y como él mismo ha podido descubrir, sigue muy activo. Pero El mañana nos pertenece no solo trata sobre este particular, sino sobre algo mucho más profundo y aterrador: la capacidad que el racismo tiene para prender su mecha dentro de personas aparentemente normales, con sus vidas, sus sueños, su lado humano. Personajes con los que un lector cualquiera se sorprenderá empatizando.
Cuéntanos, Jaime, ¿qué vamos a encontrar en El mañana nos pertenece? Una novela negra, un thriller policíaco, en el que la trama se desarrolla con la sombra del Ku Klux Klan como telón de fondo. Me gustaría pensar que el lector se va a encontrar con una historia ágil, con personajes con los que le resulte sencillo empatizar, con muchos grises (nada de buenos muy buenos ni malos muy malos) y algún que otro giro que no espere, le sorprenda y le satisfaga. Pero, por encima de todo, espero que encuentren una novela que los entretenga, los mantenga en vilo y con la que hayan invertido, para bien, su tiempo.
El mañana nos pertenece es tu primera novela, ¿qué te ha aportado levantarte cada mañana desde entonces sabiendo que ya tienes un libro publicado? Muchísima felicidad y satisfacción. Realmente, y aunque suene a tópico, es un sueño hecho realidad. Pienso que en la vida hay que tener sueños, quien no sueña está vacío, y hay que tratar de cumplirlos, ya sean familiares, profesionales, deportivos, artísticos... Y yo, por fortuna, he cumplido el sueño de publicar una novela. Realmente, puedo decir que he cumplido dos sueños artísticos por los que he peleado mucho (la literatura y el doblaje) y si me preguntasen a qué me dedico, me gustaría responder que a cumplir mis sueños.
Por su puesto, la publicación de El mañana nos pertenece también me ha aportado la confianza, fuerza e inspiración para seguir escribiendo.
En El mañana nos pertenece, muestras el lado humano de personas que luego tienen una ideología enfermiza y militan en el Ku Klux Klan, y esto me ha recordado a una de las principales críticas que recibió en su día la película El hundimiento: que retrataba a un Hitler demasiado humano. ¿No crees que ese rechazo hacia la posibilidad de empatizar con gente que está más allá de nuestras líneas rojas se lo pone más difícil a una obra como la tuya? La verdad es que creo que no, porque pienso que el objetivo de una novela, aparte de entretener y gustar, es sorprender al lector y considero que qué mejor forma de sorprenderlo que mostrarle a personajes muy humanos hacia los que pueda sentir cierta simpatía o, por qué no, cariño. Desde mi punto de vista, lo fácil hubiese sido retratar a unos tipos racistas, intransigentes y sin escrúpulos; sin embargo, eso hubiese sido lo fácil y la obra no tendría el impacto que pretendo que tenga.
Y abundando sobre lo anterior, ¿es bueno que intentemos empatizar con todo el mundo o es más saludable trazar unos límites y no intentar nunca acercarnos a lo que hay más allá? En el terreno de la ficción, pienso que sí. De ese modo, el lector se implica más con la historia y se interesa por saber cuál es el motivo que llevó a determinados personajes a actuar o ser de tal modo, cuando, fuera de sus malos actos, son gente normal y corriente. Incluso, aunque no lo sean y resulten tan extremos que escapan de lo cotidiano, hay villanos tan bien construidos que gustan más que los «buenos».
En la vida real es muy diferente. Considero que hay ciertas líneas rojas que mucha gente cruza y que hace casi imposible poder empatizar con ellos. Personalmente, con determinados actos o delitos, no puedo encontrar justificación alguna para su comisión, por lo que jamás podré ni querré empatizar con quien los comete, por mucho que me expliquen que, por ejemplo, todo viene motivado por una infancia traumática.
¿Somos los seres humanos inherentemente racistas? No. Salvo excepciones, lo somos por asimilación, por educación. Y no me refiero a la educación que recibimos en nuestros hogares, que puede que también, sino a la que recibimos del exterior. Me explico: cuando leemos o nos informamos de países de otros continentes, generalmente los pertenecientes al injustamente llamado Tercer Mundo, nos surge la idea de que en aquellos países, si los visitamos, hay que estar alerta y no estaremos del todo seguros si nos descuidamos. No hablo de países en guerra, ni con altos índices de criminalidad, sino de lugares que no tienen el mismo nivel adquisitivo que nosotros. Pensamos que en cualquier ciudad o población de África, por ejemplo, puede sucedernos algo si salimos a pasear de noche y solos, cuando la realidad es que en cualquier lugar de Europa estamos igual de expuestos. Y si habitantes de dichos países vienen al nuestro, enseguida pensamos que lo hacen para delinquir. Pero no es inherente, porque si juntas a dos bebés o niños muy pequeños de razas o etnias diferentes, ninguno nota esas diferencias. Por ello, repito, y en términos generales, no es inherente.
¿Cómo fue el trabajo de documentación sobre esa organización que es el Ku Klux Klan? Fue muy interesante y sorprendente, ya que esperaba encontrarme con un movimiento de camorristas y matones, sin ningún tipo de organización ni estructuras. Sin embargo, fueron grupos muy numerosos y con estructuras jerárquicas muy organizadas, además de respetados y bien vistos antaño. No esperaba encontrarme con tantas facciones existentes, ni con ceremonias o rituales, ni con su propio vocabulario para designar cargos, por ejemplo. No eran simples bandas de gente con ganas de apalear al diferente, eran clanes con mucha influencia y numerosos adeptos.
¿Tiene poder realmente el Ku Klux Klan en los Estados Unidos? ¿Dirías que se limita a ese país o lo transciende e influye en las relaciones internacionales? A día de hoy no son tan poderosos ni influyentes. Los miembros del Ku Klux Klan se autodenominaban caballeros, y así eran vistos, incluso, por la gente ajena a sus organizaciones. Convocaban marchas o concentraciones a las que acudía mucha gente. Pero, en la actualidad, creo que han perdido mucha fuerza, lo que no significa que no existan. Es decir, y poniéndome en modo escritor, la llama de la cruz apenas arde, pero sigue encendida.
Respecto a la segunda pregunta, yo imagino que actualmente su influencia a nivel internacional es mínima. Creo que existen ramificaciones del Klan en Europa, o al menos existieron, pero no con la presencia e influencia que tuvieron en Estados Unidos a mediados del pasado siglo. Pero, tal y como comprobé en un reportaje periodístico que vi hará un par de años, siguen activos, y no sabemos si pueden volver a crecer.
¿Con qué escritor, escritora o escritores te enorgullecería especialmente que te comparasen? La verdad es que con ninguno, por dos motivos: El primero, porque no considero que esté al nivel de escritores a los que admiro y leo. Soy un escritor incipiente (de hecho, ni siquiera me catalogaría a mí mismo como escritor hasta que tenga un par de novelas más publicadas, si es que llega el día) y aún me queda mucho por aprender y pulir para llegar a rozar el talento de quienes admiro.
En segundo lugar, porque, si llega el día en que me pueda considerar escritor, me gustaría que no me comparasen con nadie, por tener un estilo propio y personal. Obviamente está todo inventado, pero, puestos a soñar, me gustaría ser un poco diferente al resto. Pienso que tratar de copiar es un error; debes aprender y fijarte en los demás, pero no calcar lo que hacen, sino buscar tu propia esencia.
Aseguras que eres muy cinéfilo, y esto seguramente te influye a la hora de escribir. Precisamente hace poco leí a un escritor quejarse de que casi toda la literatura ya se escribe para causar el efecto de un guión de cine: sustos, tensiones, gags, ganchos... ¿Consideras que es cierto, estamos perdiendo la literatura puramente reflexiva, por ejemplo? En mi opinión, depende del género literario del que se trate. Pero, por regla general, sí, quizá la literatura está cambiando y es más directa, más rápida, pero todo se debe a que el mundo ha cambiado. Vivimos en unos tiempos en que todo fluye a un ritmo mucho más vertiginoso que antes. Los consumidores quieren productos más dinámicos, menos densos y hay que adaptarse a ello, nos guste o no. Hoy en día se prefiere más la forma que el fondo, estamos en la época del efectismo. En el cine abundan los estrenos de superproducciones donde lo digital se ha erigido en protagonista, importando poco los intérpretes y el guion. En la música, se debe promocionar los temas con un videoclip visualmente impactante. En la literatura, en menor medida, ocurre lo mismo. Yo, como lector, prefiero personajes bien desarrollados y tramas bien enlazadas, pero hay un alto porcentaje que prefiere narración rápida y capítulos con descripciones impactantes.
Afirmas que ya tienes nuevos proyectos en marcha, ¿podemos saber de qué trata tu próximo libro? No quiero adelantar mucho, ya que ni siquiera sé si conseguiremos que se publique, así que sólo diré que trata de un crimen que golpea la apacible vida de un pueblecito de la Costa del Sol.
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