El glaucoma es una de las principales causas de ceguera irreversible en todo el mundo. Su prevalencia global mundial en mayores de cincuenta años es del 1,5%, según datos de la Glaucoma Research Foundation. Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud estima que 66,8 millones de personas en todo el mundo tienen glaucoma, de los que 6,7 millones presentan ceguera bilateral por esta causa. En España la prevalencia es del 3%, incrementándose con la edad, según informa la Sociedad Española de Glaucoma. Se calcula que aproximadamente un millón de personas presenta esta patología en nuestro país.
La mitad de estas personas se encuentran sin diagnosticar debido a que, en sus primeras fases, el glaucoma no produce síntomas. La pérdida de visión que ocurre en estadios precoces suele ser periférica, sin afectar a la visión central, lo que hace que a los pacientes les resulte muy difícil de detectar.
La presión intraocular es esencial para mantener la forma y la estructura el ojo, pero su aumento excesivo puede ser un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades oculares como el glaucoma. “Generalmente, el aumento de presión intraocular se debe a una desregulación entre la producción del líquido que baña la parte anterior del ojo, conocido como humor acuoso, y una resistencia a su salida. También existen otros factores de riesgo como la edad, los antecedentes familiares, defectos refractivos (miopía e hipermetropía), enfermedades generales como la diabetes mellitus y condiciones particulares de cada ojo, como pseudoexfoliación o aumento de pigmento, entre otras”, explica la Dra. Blanca Ferrández, oftalmóloga de HLA Clínica Montpellier y especialista en glaucoma.
El glaucoma es a menudo calificado como “enfermedad silenciosa” porque suele desarrollarse sin síntomas evidentes en sus etapas iniciales. “Por desgracia es una enfermedad asintomática en la que los pacientes no son conscientes hasta que se encuentra muy avanzada y han perdido mucho campo visual de manera irreversible. El diagnóstico se realiza con una exploración de la parte anterior y del fondo del ojo, midiendo la presión intraocular y analizando la estructura mediante OCT (tomografía de coherencia óptica) y la función mediante campo visual del nervio óptico, que es lo que se daña en esta enfermedad”, señala la especialista.
El diagnóstico precoz del glaucoma se realiza mediante exámenes oftalmológicos regulares que permiten iniciar el tratamiento adecuado para controlar la presión intraocular y prevenir el daño progresivo del nervio óptico. “La detección temprana es fundamental, ya que es una enfermedad que no tiene cura y en la cual vamos a reunir nuestros esfuerzos terapéuticos para evitar su progresión. Se recomienda acudir a revisión a partir de los cincuenta años para detectar esta enfermedad y en el caso de presentar antecedentes familiares, la revisión debe adelantarse a los 40 años”, indica la doctora Ferrández.
El tratamiento del glaucoma puede incluir medicamentos, terapias láser para mejorar el drenaje o, en casos más avanzados, cirugía filtrante. Los medicamentos, como colirios, ayudan a disminuir la presión ocular. La terapia láser facilita el drenaje del fluido. En situaciones más graves, la cirugía puede ser necesaria para crear un nuevo canal de drenaje. La elección del tratamiento depende de varios factores y se determina mediante la evaluación del oftalmólogo. Es crucial seguir las indicaciones del profesional para controlar y gestionar el glaucoma de manera efectiva para que el paciente pueda conservar una buena calidad de vida.
Los avances en el tratamiento del glaucoma han incluido el desarrollo de medicamentos más efectivos y con menos efectos secundarios. Además, las técnicas láser más precisas como la trabeculoplastia selectiva con láser y la cirugía mínimamente invasiva, han mejorado la gestión de la presión intraocular. La investigación continua en terapias génicas y nuevas modalidades de tratamiento también ofrece perspectivas prometedoras para abordar el glaucoma de manera más específica. Estos avances buscan mejorar la eficacia, la comodidad del paciente y reducir las limitaciones asociadas con los tratamientos convencionales. “La implantación de las técnicas de cirugía mínimamente invasiva del glaucoma (MIGS) con microimplantes ha supuesto una revolución en el tratamiento del glaucoma y ha minimizado las complicaciones quirúrgicas de las cirugías clásicas”, añade la especialista.
Realizar exámenes oculares periódicos, mantener una dieta equilibrada, proteger los ojos de la luz solar y descansar adecuadamente son prácticas esenciales para preservar la salud ocular. Sin embargo, la detección temprana de problemas visuales contribuye a la prevención y tratamiento oportuno. “El mejor cuidado es la prevención, por lo que acudir a revisiones periódicas a partir de los cincuenta años puede hacer que detectemos enfermedades como el glaucoma, tratarlas de manera precoz y que no llegue a tener consecuencias en nuestra calidad visual”, incide la doctora.
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