Algunos de los que ya hace tiempo que peinamos canas estas semanas recordamos aquellas manifestaciones de finales de los años 70 al grito de «llibertat, amnistía i estatut de autonomía», estábamos saliendo de los siniestros años del franquismo y nos conformábamos con poco, clamábamos por la libertad y cómo decía Paul Éluard «por encima del silencio» escribíamos su nombre en los muros de la vieja Valencia, queríamos una amnistía que liberara de las cárceles a todos aquellos que se habían jugado la libertad y la vida por las libertades comunes, y deseábamos un Estatut de Autonomía que, así nos parecía, nos llevaría a vivir en un País Valencià más libre y más valenciano. Y aquellas demandas los magos de la política nos las canjearon por unas palomas que se sacaron de la chistera. La libertad quedó en una libertad semi vigilada ahora por una «ley mordaza» que siempre prometen derogar y nunca tienen el valor de hacerlo, aquella amnistía no hizo cambios ni en la policía ni en la justicia, y durante años al frente de las comisarías continuaron los que antes torturaban a disidentes, y tampoco se hicieron cambios entre el personal togado, de la noche a la mañana los jueces franquistas del Tribunal de Orden Público pasaron a ser jueces disfrazados de demócratas en la Audiencia Nacional. Y el Estatut, los Estatuts, acabaron en una "barra libre" de "café para todos" donde el Estado, como la Banca en los casinos, siempre gana.
Para algunos, el PP y la extrema derecha, aquella amnistía de octubre del 77 era el punto y final, no estaban ni están dispuestos a más leyes de amnistía, salvo si se trata de amnistías fiscales que permiten a los suyos blanquear legalmente el dinero evadido al Fisco. Este verano Pedro Sánchez, ante la necesidad de los votos del independentismo para seguir presidiendo el Gobierno español, viró de pensamiento y empezó a hablar de una amnistía que permita volver a Catalunya al Presidente Puigdemont y al resto de políticos catalanes exiliados y, además, deje lejos de la justicia a más de un millar de ciudadanos que tienen sobre ellos la espada de Damocles de una Justicia española enemiga declarada del independentismo. Desde Waterloo recogieron el guante y se iniciaron unas conversaciones, también con ERC, que fructificaron la semana pasada con la aprobación por la Comisión de Justicia del Congreso de una ley de amnistía que intenta solucionar el conflicto entre Cataluña y España que Mariano Rajoy, en lugar de intentar solucionar políticamente, dejó en manos de jueces como Llarena, García-Castellón o Marchena.
Bien, si no ocurre nada, este jueves el Congreso aprobará la ley y ya tendremos la amnistía en un largo camino que la llevará, después de dos meses congelada en el Senado por decisión del PP, a las páginas del BOE. Pero que nadie piense que la aplicación de esta ley, que hace echar por la boca sapos y culebras a la derecha extrema, el PP, y a la extrema derecha, sus socios de VOX, tendrá un camino fácil. Las fuerzas de la Brigada Aranzadi y las de la Brunete Mediática van a hacer todo lo posible para poner palos en las ruedas de una ley que podría ser un buen inicio para que las aguas volvieran a la calma de antes de que el PP dejara en manos de la Justicia la resolución de un conflicto político. Siempre he dicho que «la ley no dice lo que dice, sino que dice lo que los jueces quieran interpretar que dice». No debería ser así, pero las últimas actuaciones de algunos togados, como García-Castellón, sacándose de las puñetas de la bocamanga de la toga irreales interpretaciones de lo que es terrorismo para poder dejar fuera de la amnistía a algunos políticos catalanes, o viendo en todo momento espías rusos escondiéndose entre los quioscos de las Ramblas así me lo hacen creer. Bienvenida amnistía, el camino será largo y pesado.
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