El 23 de marzo de 1935 fue uno de los días más aciagos para las fuerzas militares paraguayas en toda la guerra del Chaco. El sargento Ladislao Bustamante, integrante de un regimiento que participó del fallido asalto paraguayo, dejó un desgarrador testimonio de la nefasta jornada.
La organización defensiva boliviana, en cuyas filas se contaban para esas fechas más de un centenar de chilenos, era perfecta. El asalto a las alambradas en forma de “S” itálica que defendían las posiciones bolivianas, resultaron infranqueables para los paraguayos, que sufrieron enormes pérdidas.
El mismo Bustamante testimonia que una ráfaga de metralla le destrozó un brazo, y narra cómo un compañero tras perder las dos piernas, se arrastró penosamente hasta un cadáver para beber de su cantimplora. Allí consumió su último aliento, antes de sembrar con sus huesos territorio boliviano.
La exitosa defensa de Villa Montes, que hacía de barrera protectora para la zona petrolífera, alentó la consecuente contraofensiva boliviana. Aquella defensa contra un descabellado ataque ordenado por el máximo jefe paraguayo, hoy es recordada con legítimo orgullo por la historia militar boliviana. Al día siguiente, el comandante supremo de las fuerzas paraguayas, acusó el golpe del día anterior en sus órdenes.
Se deduce de las disposiciones del día 24 de marzo, que al menos una docena de oficiales paraguayos cayeron en la víspera, y que hubo un trágico error de apreciación y deficitarios informes de inteligencia militar.
Ese día después fue aún más duro para los sobrevivientes que debían seguir combatiendo, que para aquellos que en la víspera vieron el final de la guerra.
La guerra había terminado para cientos de paraguayos, cuyos cadáveres quedaron regados en inmediaciones de Villamontes, como un exorbitante tributo pagado a la improvisación, egolatría y entendimiento corto de un General en jefe que luego se erigiría, primero en traidor, y después en dictador del Paraguay.
Fue el último de más de treinta asaltos infructuosos a Villamontes que realizaron los paraguayos. Después de este frustrado ataque, el diezmado ejército paraguayo en el sector, dejó de ser operativo. A la zona fueron enviadas tropas paraguayas provenientes de todo el Chaco para compensar las enormes pérdidas.
La derrota reforzó el planteamiento realizado por Rafael Franco a Estigarribia, el 13 de diciembre de 1934.
En esa entrevista, Franco abogó por avanzar hacia Santa Cruz y cortar los caminos que abastecen a Villamontes antes de atacar, pero fue desoído.
Este y otros tantos episodios de aquella guerra impuesta e inhumana, forma parte del olvido cargado de memoria. LAW
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