Dicen las crónicas de principios de la década pasada que Aldo Zucolillo, entonces en una empresa de telecomunicaciones de Luis Raúl Menocchio a quien hizo presidente de Telsat, pirateaba señales de canales internacionales y emitía retazos de sus programaciones a través de su empresa pirata. En ese tiempo se consagró como ladrón de retazos, hasta que intervino la CONATEL a pedido de las poderosas empresas internacionales en salvaguarda de la propia señal.
Ahora sabemos, por denuncias en el Senado de la República, que Zucolillo también es un vulgar ladrón de saldos, de los cuales se apropia a pesar de una ley sancionada y promulgada por el ejecutivo.
De acuerdo a lo expuesto en detalle por el Senador Víctor Bogado, una empresa de Zucolillo recurrió contra la reglamentación de la ley 5.177 que modificó el artículo 93 de la Ley 642, que determinaba que los créditos (saldos de celulares) dejaban de tener plazos. La ley establecía que los créditos de vencimientos o caducidad solo se descontarían por el uso pleno de los mismos y los minutos no utilizados en el mes serían acumulables, para sumarse automáticamente a favor del usuario, a excepción de los saldos de promociones.
Según estas denuncias realizadas en pleno congreso contra la empresa “Personal”, el titular de la CONATEL de Paraguay cajoneó el recurso por más de dos años, lo cual despojó de sus derechos de devolución a unos dos millones de usuarios de los servicios de la empresa de Zucolillo. La fiscalía no ha relazido investigación alguna sobre la mega estafa.
Es digno de mencionarse que la ley que hacía justicia con los usuarios de Personal fue sancionada por el Congreso de la República del Paraguay ya en el año 2013, y promulgada por el ejecutivo en el 2014, pero hasta el momento es letra muerta.
El senador Bogado señaló que este tipo de privilegios es lo que ha permitido a Zucolillo amasar una inmensa fortuna, que es una bofetada para los pequeños empresarios que deben cumplir la ley todos los días. La fortuna que ostenta, dijo, no es producto del talento empresarial sino de décadas de exoneraciones de impuestos, concesiones forzadas, chantajes y pago de sobornos, como el que reconoció haber perpetrado para obtener la banda B de telefonía móvil.
El senador también instó a la CONATEL a vigilar el cumplimiento de la Ley, y criticó a la Fiscalía por cruzarse de brazos ante el prepotente robo perpetrado por Zucolillo. Mientras el Tiranosaurio de la calle Yegros goza de la impunidad que le permite su equipo parafiscal y su periodista de confianza incrustado en el Poder Judicial como una especie de Ministro de la Corte Número Diez, el ciudadano común debe soportar que la empresa de telefonía móvil mencionada le meta la mano en el bolsillo.
Bogado también advirtió que guardar silencio no servirá de mucho a quienes temen hablar de estas iniquidades, dado que nadie está a salvo del Tiranosaurio de la calle Yegros, quien usa y descarta a las personas de la misma manera que lo hace con sus pobres empleados, a quienes obliga a trabajar jornadas inhumanas con sueldos que dan vergüenza.
En el contexto señalado por el senador Bogado, el periodista de ABC color Eduardo Quintana expresó en las redes sociales que es víctima permanente de maltrato e intento de agresiones físicas por parte del Jefe de su Redacción Armando Rivarola, debido a las críticas que realiza contra la empresa de Zucolillo a la cual presta servicios.
Quintana lamentó la falta de libertad para expresarse en un diario que pretende ser abanderado de esta garantía ciudadana, y reconoció estar sumido en una profunda decepción personal. Lo mismo podría decirse de los lectores del medio impreso de marras, que en lugar de ser una artillería de la libertad se ha convertido en munición de la tiranía empresarial.
Decía Pulitzer que las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa. En el mismo sentido, afirmaba que una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico. Es que en definitiva, como lo escribió un famoso dramaturgo, un periódico es una nación hablándose a sí misma.
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