Nos hemos acostumbrado a hablar del “emérito” de una forma peyorativa y, casi siempre, con una malévola segunda intención. En mi “segmento de plata" de hoy voy a romper una lanza en favor del verdadero sentido de dicho término y la excelente conexión con nuestra labor como jubilados “en servicio”. Así recoge la RAE el término emérito en su primera acepción; “Dicho de una persona, especialmente de un profesor: Que se ha jubilado y mantiene sus honores y alguna de sus funciones”. He tenido la oportunidad de convivir con dos personas que gozan de todas las cualidades para ser dignos de recibir esta calificación. En primer lugar Don Ramón Buxarrais Ventura, Obispo Emérito malacitano que sigue en la brecha a pesar de sus años y sus achaques. Sigue ejerciendo sus funciones de pastorear el rebaño a su manera y merece todos nuestros honores. El segundo personaje emérito le he conocido la semana pasada. Se trata del Catedrático Emérito de Arqueología de la UMA: el Profesor Rodríguez Oliva, Que debido a la enfermedad de la profesora titular del curso, se hizo cargo de una clase de Arqueología Romana, a la que tuve la suerte de asistir. Una auténtica delicia de lenguaje cercano dentro de una lección magistral. Los alumnos permanecidos embobados ante una disertación de hora y media que se nos pasó en un suspiro. No tuve más remedio que acercarme al terminar su disertación para felicitarle por su bien hacer. Cumplió colmadamente su docencia y se gano todos nuestros honores. Esta es la motivación que me anima a redactar cada semana este “segmento de plata”. El hacer ver a aquellos que estamos jubilados, pero que aun tenemos algo de transmitir, la posibilidad que tenemos de trasladar a las generaciones venideras nuestra experiencia, basada en años de aprendizaje, trabajo y experiencia. Creo que a los “eméritos” también les viene bien volver a tirar de sapiencia de vez en cuando. Se desengrasa la mente y se rejuvenece el espíritu. Gracias Profesor.
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