La disputa entre dos comunidades religiosas de monjas de clausura, ha inundado los programas de televisión y las editoriales de los periódicos. Los medios están hartos de elecciones y componendas y se han agarrado a este tema como si se tratara de un clavo ardiendo. La noticia adquiere una relevancia añadida cuando se trata de insistir en los defectos de la Iglesia Católica, que los tiene, de los que todos hablamos aunque nos interese poco. Casi siempre aprovechamos para hurgar en la herida. Pero no nos perdemos un fasto, una celebración o una ceremonia. Para colmo, interviene en el lío un personaje peculiar. Un obispo “ful” elevado al episcopado por un cardenal vietnamita que va por el mundo ordenando a cuanto fantoche se le pone a tiro. Después de liar la que armó en el Palmar de la Troya, se han ido sucediendo una serie de prelaturas a cual más disparatada. Unos “carcas” que dejan lo de Lefebvre a la altura del betún. El último “iluminado” es nuestro amigo Pablo de Rojas y otras hierbas. La cosa es de dinero y la excusa es la fe. Como siempre. No creen en esta Iglesia porque les impide hacer sus trapicheos económicos. Lo de los mercaderes a la puerta del templo sigue vigente. Así que montamos otra y todo solucionado. Una vez más se vulneran todos los preceptos evangélicos. Esta postura hace recelar de la inmensa mayoría de cristianos que asumen sus creencias y las ponen en práctica. Estas monjas litigantes chocan con esas otras hermanas de clausura que viven en conventos casi en ruina y apenas tienen ingresos para poder alimentarse mientras oran y trabajan. Menudo par de personajes el obispo de marras y su portavoz adjunto. Parecen sacados de una mala serie de televisión sobre la aristocracia del siglo XVIII. De un plumazo han defenestrado a una serie de Papas. Estos sí que son más papistas que el Papa. Por sus hechos les conocemos: dinero, poder y prestigio. Lo que no entiendo es como esta gente todavía engaña a nadie con su discurso trasnochado, sus trajes de opereta, sus doncellas y sus mayordomos. Un claro ejemplo de conservadores-conservaduros. Me dan pena esas monjas norteñas. Lamento que no haya cerca una Santa Teresa que las ponga en su sitio. Con caridad, pero con claridad. No nos queda otro remedio que rezar por ellas.
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