“Valentía” no es sinónimo de “temeridad”; el cortés, no es cobarde ni hipócrita.
Si la valentía en la política se va a andar identificando con la pura e irracional ideología, ya no asombra que el mundo esté patas para arriba y que don dinero lo mueva todo.
Leer, oír y enterarse de las noticias, eso sí que es de momento valentía, sobre todo para los viejos que vivimos en tiempos de la guerra fría, de la caída del muro de Berlín; autocracias, malas repúblicas e intentos de buena democracia; crisis económicas y en la cultura. También, experimentamos las pérdidas propias de quienes por haber superado altamente la juventud, vieron partir a sus amigos, padres, parientes y maestros. Podría escribir cientos de nombres, recordarlos y recrearlos pues la gratitud es un don de Dios, además de ético.
Tan vieja estoy, aunque digan que no parezco, que por la mañana, durante el desayuno, me puse a hojear las páginas de los diferentes diarios que consumo y en la última página de uno de ellos, el título de una nota de opinión de Germán Wille, “Cuando el río era amable”, ese solo título me conmovió al punto del llanto. Aclaro que no tengo almita sensiblera.
¿Qué nos sucedió en Occidente que sólo la música, la literatura, el arte, el buen periodismo parecen un milagro, en otras áreas, cada vez más escaso? ¿Qué es eso de “me dijo y yo le dije”, “me dijiste o me dijeron de tu gabinete y te la “bancás” (menudo porteñismo, este de “bancar”, verdad…?). Algunos parlamentarios y políticos en mi país se expresan con la liviandad de los niños o de las señoras chismosas, pues anteponen su peculiar manera de ver el mundo no solamente al contenido, faltaba más, sino a las formas más ancestrales.
¿Ser educado, distinguir entre jefatura de Estado y jefatura de gobierno –con sus efectos jurídicos (no se necesita ser experto en Ciencias Políticas, Internacionales ni en Derecho para distinguir educación de hipocresía en el mundo global que supimos conseguir)- será un asunto de poco interés, total “el poder” lo remedia todo? España tiene un jefe de gabinete y un rey; nosotros, un jefe de Estado regulado por la Constitución, las leyes y los usos y buenas costumbres, también, fuentes del Derecho.
Qué harán y dirán las próximas generaciones en Argentina, me pregunto, tan caras a la tecnología y a las redes, cuando voten y en su caso, gobiernen, si Occidente (incluida la América hispana) se llenó la boca, lo suficiente, de discursos contra la agresividad y el “bullying” a chicos y grandes, a diversos y a “normalitos” en distintos espacios y que bregó por la protección de la libertad y los derechos en democracia, y ahora, se ocupa apenas de que los ciudadanos valoren en lo real una mínima convivencia. Quizá, no se haya comprendido todavía que un individuo es un habitante que necesita mirar al otro y a los costados para razonar y ejercer como el “civitas”, es decir el que comparte intersubjetividad haciendo lazo social, cualquiera sea su ideología. Ignoro si esto se aprende en la escuela, en la universidad, en familia.
Yo sí aprendí de mi padre alemán, que nació durante la primera guerra mundial y soportó parte de la segunda, exiliándose y ayudando al prójimo aquí y allá, que se debe amar a la tierra donde nacimos, aunque ésta, a menudo, se vuelva cruel e injusta porque de sus “humanos” depende la cosa, y respetar, desde luego, a aquella adonde emigramos. ¿Qué será aquello del “deber ser” kantiano?
Que en la “posmo” y en la nueva era de las fragmentaciones nacionales se cuestionen el idealismo, la razón ilustrada, el materialismo histórico, las dialécticas; la fe, la filosofía y toda forma de creencias y que se sientan maravillados por ello…, no significa que perdamos de vista la civilización, chueca o no, que supimos conseguir – pienso…- ¿ Estaré en lo cierto?
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