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Un equipo del Instituto Universitario Valenciano de Investigación en Inteligencia Artificial (VRAIN) de la Universitat Politècnica de València (UPV) ha desarrollado una metodología con un sistema de inteligencia artificial modular que es capaz de identificar con una mayor precisión la ironía, la crítica mordaz o el sarcasmo para detectar cuándo el lenguaje político cruza el umbral de la toxicidad.
Con el triunfo del capitalismo burgués, el estado nobiliario donde se refugiaban los selectos de otras épocas, cedió su lugar al ciudadano común, pero la democracia instrumental, en virtud de la representación, pasó a ser la nueva fábrica de elites políticas alimentada por los partidos.
¡Vaya hábito se perdió cuando se prohibió decir la verdad de las cosas! Hubiéramos avanzado más con una dosis de verdad, que con todos estos años de mentiras disueltas en la olla de la irresponsabilidad política. ¡Con lo fácil que hubiera sido decir que hasta aquí podemos llegar! Pero claro, eso no resulta muy atractivo y es mejor seguir generando expectativas desmedidas.
Ser aforado significa que una persona tiene un fuero especial en cuanto a dónde y cómo puede ser juzgada. Tradicionalmente, este privilegio se ha reservado para altos cargos de la política y la judicatura, con el fin de proteger la independencia de sus funciones y decisiones frente a posibles acusaciones o influencias indebidas. Se estima que existen unos 18.000 aforados en España, incluyendo a miembros del Gobierno, diputados y senadores, así como jueces y fiscales.
La debilidad de la democracia está en su propia esencia, pues defiende la libertad de pensamiento y de expresión del mismo como forma de establecer relaciones beneficiosas para la propia sociedad; más he aquí que, aquellos sujetos enemigos de la democracia, al amparo de los privilegios que le otorga esa libertad, la van dinamitando mediante la propia descalificación del sistema.
Siempre he sido curioso. Está muy bien analizar el porqué de las cosas que cada día ocurren a nuestro alrededor, y ya desde que era un niño me preguntaba cómo es posible que un hombre pueda caminar sobre un cable, o que un barco navegue sin hundirse como si pesase lo mismo que el corcho de una botella de vino.
Cada día veo más necesaria la puesta en práctica de la moraleja que se desprende de esta fábula.Sabemos que las fábulas son dichos cortos que pretenden transmitir una enseñanza moral, basándose en actos y actitudes de los animales fácilmente asimilables a los seres humanos. En este caso el fabulista escenificaba las vicisitudes de dos burros que se encontraban atados entre sí.
La corrupción es una enfermedad endémica en la humanidad. El virus de la dolencia se inoculó en el momento en que Adán, el primer hombre de quien todos procedemos, comió el fruto del árbol que el Creador le había prohibido comer. Su desobediencia se conoce como pecado. Como el pulpo, tiene muchos tentáculos. Uno de ellos es la corrupción que nos saca de quicio.
Parece que algunos personajes políticos de actualidad están por la labor de imponer cierto control de los gastos estatales, con lo que la política 'woke', es decir, la del despilfarro, ya no es única, como hasta hace poco tiempo. Tratando de poner límites al gasto público, de lo que se trata es de aliviar al imperio americano de las cargas económicas que le han echado encima.
Los mayores hemos tenido la suerte de conocer las famosas “tiendas del pueblo”. En ellas se vendía de todo... se cuidaba con todo respeto la libreta de “fiar”. Todos sabían lo de la famosa libreta, pero nadie la conocía... En esas “tiendas del pueblo” entraban todos los apellidos, no existían las “clases”. Las realidades vividas años atrás habían unido sentimientos y habían generado realismo...
En la tierra de las encinas y los cielos abiertos, una realidad silenciosa pero contundente está cobrando fuerza: las familias monoparentales. En Extremadura, ya suman 44.000 hogares bajo esta tipología, según los últimos datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del Instituto Nacional de Estadística.
Son las cinco de la madrugada. Me despierto con mi libro bajo el brazo, me quedé dormido, serían las doce de la noche. Abro mis ojos contemplando los millones de personas que no tuvieron la posibilidad de contemplar la “vida” más allá de los ochenta. Murieron mucho antes, mejor dicho fueron eliminados sin ningún sentido... caprichos de la política, de los políticos, de la cobardía de los agradecidos.
Nos toca vivir una grave crisis d liderazgo político. Vayamos a donde vayamos descubrimos que los políticos no abordan los problemas que tienen que tratarse urgentemente. La burocracia que se ha implantado no permite hacerlo y la desidia les impide mover un dedo para eliminarla. Los políticos que las urnas han favorecido se parecen a cotorras.
No tiene mala fama el hábito de actuar o pensar con parcialidad en los últimos tiempos. Se exhibe incluso, y se ejecuta, sin menoscabo de la autoestima y sin perder un ápice de prestigio. Los que venimos de otros tiempos, en los que la imparcialidad era virtud de cualquiera y finalidad de todo funcionario, nos sentimos extrañados.
Cuando se habla de cultura se piensa en un elemento meramente académico que nada tiene que ver con la labor pedestre y enfangada de la política. En casos se acepta una relación entre cultura y política, pero en la que prima aquella. Quizás porque la idea de civilización narcotiza tanto que permite aceptar que una sociedad civilizada realice actos incivilizados (como bendecir tanques). Siempre surge la excusa de la necesidad.
El debate en torno al «desencanto» de la ciudadanía acompaña a la política desde hace muchos años. En Alemania se manifestó con fuerza al final de los 80, antes del comienzo de las decepciones de la reunificación. En la actualidad, el desencanto se manifiesta sobre todo por cosas como la entrada en el poder de partidos o coaliciones del ala más a la izquierda, el odio permanente en las redes sociales, y la polarización.
Es de pura lógica que los “Jurados populares” no interesan a nadie que no sea el propio pueblo. No interesa a los jueces, juristas y fiscales -de qué van a trabajar-. No interesa a los políticos, ni tampoco a los voceros que se hacen llamar periodistas, amigos de determinadas braguetas que más que periodistas son partidistas, es decir, lo que jamás ha de ser un periodista.
La cuestión de la corrupción política ha sido puesta en los últimos tiempos en el centro de los debates y en las portadas de los periódicos de todo el mundo, con la esperable excepción de los de mayor tirada en nuestro país, que sólo observan los hechos de corrupción estatal, siempre y cuando provengan de un determinado cuadrante político.
Fernando Ónega finaliza su escrito “Una pequeña propuesta”, así: “Me limito a hacer una modestísima proposición: ¿sería mucho pedir del ejecutivo de quien depende la solvencia de las decisiones oficiales de que se sometan a una prueba de idoneidad? No se hará porque no interesa a los compromisos de esta máquina de colocación que son los partidos.
Dice Carlos Rodríguez Braun, economista argentino, educado en la Universidad Católica de Argentina, que el abanico antiliberal va desde los fascistas hasta los comunistas. Ambos se sienten atraídos por el populismo, porque ambos padecen el culto a la personalidad. Ambos se dedican en cuerpo y alma a la propaganda y a intoxicar a la población con etiquetas a menudo brillantes, pero siempre simplistas.
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