Cuando se habla de cultura se piensa en un elemento meramente académico que nada tiene que ver con la labor pedestre y enfangada de la política. En casos se acepta una relación entre cultura y política, pero en la que prima aquella. Quizás porque la idea de civilización narcotiza tanto que permite aceptar que una sociedad civilizada realice actos incivilizados (como bendecir tanques). Siempre surge la excusa de la necesidad.
Otra cuestión en esta impresión de asepsia es que a mayor altura en la escala social u orgánica, mayor pureza e independencia de pensamiento. ¿Es así? ¿Podemos creer, por ejemplo, que existe la libertad de cátedra? En el papel sí, en los departamentos correspondientes, en absoluto. Incluso en momentos parece que es más libre un pastor en lo alto de un cerro que cualquier catedrático, o incluso primer ministro, al cual se le aplica un sustantivo equívoco: el de llegar al poder, sólo llega a la gestión mandatada.
Luego están las esclavitudes voluntarias, si es que lo son. Un fragmento de la Carga del hombre blanco, de Rudyard Kipling, (Nobel de Literatura británico muerto en 1936, es decir, no tan prehistórico), demuestra la dificultad de separar lo poético de lo político, lo calculado de lo sincero, el amor a la patria de la ceguera, el egoísmo del humanismo. Incluso lo libremente deseado de lo obligado. Dice así:
“Llevad la carga del Hombre Blanco/ Las salvajes guerras por la paz/ Llenad la boca del Hambre/ Y ordenad el cese de la enfermedad/… Y cuando estéis más cerca de vuestra meta/ (buscando el bien de otros)/ ved a la pereza y a la pagana ignorancia/ echar por tierra/ todas vuestras esperanzas...”.
¿El canto de un hombre civilizado? ¿Estamos ante un acto cultural o ante un acto imperial? ¿Pensaba así la sociedad? ¿Era el imperio el que guiaba la mano del literato?
¿Hubo una cultura europea autónoma?
Dando un salto cabe preguntarse si la cultura europea es un rio que fluye homogénea y libremente a lo largo del tiempo (una idea bastante idealista y eurocéntrica) o si por el contrario es una fuerza diversa, variable e incluso chantajeable.
Si se mezclan componentes temporales, geográficos, políticos, parece que en realidad hay múltiples Europas: la de antes y después, la de dos velocidades (PIGS y no PIGS); la del Norte y la del Sur (dos mentalidades); la Vieja y la Nueva (no nos repetimos); la globalista y la soberanista...
Entre las diversas versiones expresadas, parece que la más realista es la que distingue entre la vieja y la nueva Europa. Un cambio importante en nuestra Historia. Comenzó a delinearse durante la guerra ilegal (no fue autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU) de Irak. Frente a los llamamientos de EEUU a la intervención, países como Francia, Alemania, España, supieron negarse. Fue una demostración de soberanía. Eran los tiempos de Bush hijo, Chirac, Schroder, Zapatero... Mucho más tarde, Tony Blair, ya exprimer ministro, reconocería el error.
¿El último estertor?
Aquella negativa fue un último estertor político, pero también cultural. Tan político y cultural como invitar al Israel de Gaza a Eurovisión o a la Olimpiada de París. Una claudicación moral y cultural. Únase una opinión pública insensible.
La cultura de la Europa que se atrevió a negare no era imparcial, pero todavía se respetaba a sí misma; mantenía un diálogo entre diversas tesis y contratesis. Sabía distinguir entre alianza y sumisión. Hoy, la cultura que nos suministran es plana (sin profundidad ni curiosidad), suicidamente sumisa (sin capacidad para defender sus intereses), unívoca (sin opciones alternativas. Ya no hay un Mark Twain con su ensayo anticolonialista A la persona sentada en la oscuridad.
Esa Europa construyó imperios injustísimos, es cierto, pero también aceleró la Historia mediante evoluciones y revoluciones, unas fracasadas y otras triunfantes. La lucha de los pueblos por sus derechos condicionaba al conjunto de la sociedad europea. No es que fuera plenamente democrática, pero esos pueblos eran elementos de los que no se podía prescindir fácilmente. Más importante: bien o mal, luchaba para sí misma.
Cantos de sirena
Por el contrario, la Europa actual sólo percibe los cantos de sirena de más allá del Atlántico. No ha sabido, como Ulises. taponar sus oídos. No responde a sus aspiraciones centenarias, incluso milenarias. Ha abandonado, en beneficio de unas minorías plutocráticas o cleptómanas, sus objetivos. Cierto bienestar aletargante ha encogido los horizontes de todos sus ciudadanos. Por ejemplo, parece que a los jóvenes daneses no les preocupa perder Groenlandia si eso rebaja sus impuestos. La cosa no es distinta en otros lugares de Europa.
Esto en lo estrictamente político. En lo político-tecnológico perdió el desarrollo industrial, las batallas por la energía barata, por la educación puntera (Jacques Delors no interesa); perdió el tren de las punto com, del coche eléctrico, de la inteligencia artificial.
Lo que era y lo que es
Si la lentitud en los avances políticos y sociales se justificaba en la necesidad de mayorías suficientes, hoy sufrimos políticas que nadie vota y que, por lo visto, para construir tienen que destruir previamente (he ahí la pulsión bélica para revitalizar la economía y de paso salvar al soldado Ryan). Ya no importa perder elecciones. Los ganadores siempre son los mismos barones con distintos escudos y escuderos. ¿Tales barones representan a un grupo meritocrático? No.
Esta nueva Europa no se sonroja ante sus propias medidas antidemocráticas (como anular elecciones con argumentos que anularían todas las demás).
Delegadas las soberanías nacionales en una hipotética soberanía federal, ha quedado demostrado que no existe ninguna de las dos. Ni OSCE ni gobierno de Europa: OTAN y Comisión europea, ambas carentes de legitimidad suficiente. Qué pena que la abstención no disponga de escaños.
La pugna dialéctica entre libertad e igualdad ya no es el eje de sus programas. Tampoco tiene inconveniente en ir contra aquello que representa su supervivencia, es decir, la paz.
La nueva Europa
Esa nueva Europa se ha vuelto peligrosamente ahistórica; se niega a echar la vista atrás, Un personaje nefasto lo dijo: "Alemania es un problema, Francia es un problema. No veo a Europa como Alemania y Francia. Pienso que ésa es la vieja Europa. Si uno mira toda Europa, su centro de gravedad pasó al Este".
Hablaba Donald Rumsfeld. No concebía que Alemania y Francia, principalmente, se negaran a sus planes de invasión de Irak. Ay aquella prensa, radio, televisión, que lanzó la ridícula consigna de que era la lucha por el spanish (european) way of life.
Se impuso el razonamiento de que quien no está con América está contra ella. De repente la neutralidad no se planteaba como un derecho soberano, sino como la traición del vasallo. Hoy la réplica del filósofo Jürgen Habermas es impensable: “la nueva Europa era la nacida después de la Segunda Guerra Mundial, opuesta a la "Vieja Europa" que resolvía sus conflictos militarmente”.
¿Tiene cordura esta lógica de vencedores y vencidos? Situemos al Biden contemporáneo en la crisis de los misiles en Cuba y barajemos las opciones (ganar, perder, empatar, destrucción atómica mutua) sin cauces diplomáticos. ¿A esto quiere jugar la nueva Europa, la del centro de gravedad en el Este? ¿Un centro de gravedad donde sus máximos representantes provienen de un paraíso fiscal y de la permisividad hacia los desfiles enaltecedores de las SS?
Sin ideales
Y si las ideologías son malas (dicen), peor la ausencia de ideales. ¿Pensaban los verdaderos liberales que la libertad sobreviviría frente a la imparable concentración de grandes capitales, que encima se acumula en pocos lugares? ¿Esperaban los verdaderos progresistas que la equidad social avanzaría desmovilizando y privatizando los recursos nacionales? ¿Creen los verdaderos patriotas que la empresa privada entiende de otra cosa que no sean dividendos? ¿Son compatibles las palabras cristianismo y guerra?
De todos estos asuntos incumplidos están sembradas las constituciones de la vieja Europa, ¿Se debate sobre ellos? No, han sido sustituidas por unas identidades fraccionadas, que se dejan diluir en una inmensidad global. Son la otra cara de misma moneda.
Nuestro destino sigue sujeto a luchas, pero en la cúspide, entre minorías privilegiadas, cada día más restringidas. Hoy los partidos son los del capitalismo industrial, bancario, financiero, irrumpiendo poderosamente el tecnológico, y amenazando con fundirse en un partido único.
Autoritarismo
Las cosas ya no se discuten en los parlamentos, en los gobiernos. La Comisión Europea eleva la voz, autoritaria. Bastan las decisiones de los magnates en reuniones restringidas; como la última del Foro Económico Mundial en Davos (o las de Bidelberg, o la Trilateral, etc.). Por ello, no compartimos la opinión de la secretaria general de Amnistía Internacional pidiendo un cambio de rumbo al FEM. Es legitimar sus potestades al margen de las naciones, de los parlamentos, de los gobiernos, no digamos de los ciudadanos, que sólo valen para producir y pagar impuestos.
No sabemos cómo terminarán los proyectos del nuevo presidente de EEUU. Al menos se está rasgando el velo de la hipocresía para descubrir al templo de la desfachatez.. ¿Quién podía imaginar que se podría hablar al mundo tan claramente?
21 de diciembre de 2019
Habíamos olvidado que el 21 de diciembre de 2019 Donald Trump había firmado sanciones contra las compañías que estaban construyendo un gasoducto entre Alemania y Rusia (aún no había guerra justificativa) y que según el Congreso podría dar al Kremlin una influencia peligrosa sobre los aliados europeos. ¿Se ha librado de influencias? No. Sólo ha cambiado el sujeto (EEUU) y a más costo. Lo reconoce Trump: “Siento que vuestros precios de la energía se hayan cuadruplicado. Vengan a Estados Unidos y consigan un precio casi tan bajo como el que pagaban a Rusia…”. ¿Casi tan bajo? La aritmética trumpista es falsa: olvida los elevados salarios estadounidenses, lo costoso del sistema de extracción, los altos beneficios de los industriales, que sólo están por los sacrificios ajenos.
Se jugó al despiste informativo sobre el sabotaje al Nord Stream, pero el nuevo presidente ha sido crípticamente clarificador: «No quiero meter a nuestro país en problemas, así que no responderé… Pero puedo decirte quién no fue: no fue Rusia». Es decir, que se puede abofetear a Europa una y otra vez.
Y de la mano de Trump ¿se va a convertir EEUU en una especie de paraíso fiscal con chantaje inversor? Estos son los resultados, ahora sentido en las propias carnes, de moralizar lo inmoral.
Un despertar no woke
Europa requiere un despertar real (no woke), pero ¿a quién corresponde en primera instancia la defensa de sus intereses?: la respuesta es a dos ex primeros ministros, uno holandés (OTAN) y la otra letona (exteriores de la UE), que colaboran entusiasmados en la labor de desmantelar Europa. Son felices con el 5 por ciento de gasto bélico en Europa más la multiplicación por cuatro del precio de la energía, todo a costa de lo social.
Poco importa que esto obture las vías del desarrollo europeo, de sus derechos sociales, de su independencia, ¿Puede Europa seguir soportando que la dirijan a distancia ventrílocuos que no le guardan el más mínimo respeto? Decía Boris Johnson que hasta el último ucraniano; seguramente pensaba en el último continental (donde no entra la isla).
La ocasión perdida
La UE, cuyo PIB llegó a ser superior al de EEUU, es ahora la pieza desechable de un engranaje que la aplasta. Bush sí sabía qué quería: Polonia queriendo sustituir a Alemania. Alemania incapaz de defender su soberanía, Francia, --la cual pierde una tras otra posiciones en África--, queriendo recuperarlas en el frente (¿de opereta?) oriental. La pequeña Letonia como heraldo de la guerra. ¿Es serio todo esto?
En 2007 la economía europea superaba en un 10 por ciento a la de EEUU; hoy la Europa con el centro de gravedad desplazado ha perdido con mucho esta primacía. ¿Es la gran jugada o la gran faena? EEUU va recomponiendo sus cuentas, Europa, complicándolas. ¿Es posible que los dirigentes de Brasil, Arabia Saudita, Turquía, India, Marruecos, Méjico, tengan más capacidad de juego que los nuestros?
Sin embargo, muestra de debilidad
¿Manda el que manda? El proteccionismo de EEUU es en realidad una muestra de debilidad. A la América más poderosa le convenía el más libre de los mercados. Hoy el pib del G7 es inferior al de los BRICS. ¿Ha de ser Europa la sacrificada?
¿Y por qué esta disquisición entre cultura y política? Sartre decía que no comprometerse es comprometerse. Parece que los grandes pensadores europeos están comprometidos en callar.
¿Y qué decimos los que no tenemos beneficio en este desastre? ¿Es admisible que se juegue a futuro camposanto (se habla de 2030 para gastar el 5 por ciento bélico acumulado), a despojo canibalizado, a europeo como sinónimo de cipayo?
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