Josep Ramón Correal en su escrito “Legalizar la corrupción” transcribe una cita castiza a la que el anonimato no le quita valor. El periodista escribe: “A veces pienso que no era una locura establecer una “democracia aristocrática”, por la que solamente podían acceder al Senado “titulares de gracias nobiliarias y sus parientes de primer grado” este sistema “garantizaría la imposibilidad del robo de dinero público, por cuanto los elegidos no precisan de la apropiación de fondos indebidos por poseerlos sobrados”.
La corrupción es una enfermedad endémica en la humanidad. El virus de la dolencia se inoculó en el momento en que Adán, el primer hombre de quien todos procedemos, comió el fruto del árbol que el Creador le había prohibido comer. Su desobediencia se conoce como PECADO. Como el pulpo, tiene muchos tentáculos. Uno de ellos es la CORRUPCIÓN que nos saca de quicio.
Los antivacunas no se vacunan porque consideran que las vacunas no sirven para prevenir enfermedades. En el campo del espíritu también se encuentran muchas, demasiadas, personas antivacunas. No quieren vacunarse contra el virus del pecado porque creen que es una artimaña que la sangre que Jesús derramó estando clavado en la cruz para perdón de los pecados del pueblo de Dios y, así arrancar de cuajo el virus del pecado del cual procede la corrupción que tanto daño ocasiona.
Creemos que los recién nacidos son unos angelitos. ¡Son tan hermosos! La idea que los recién nacidos son angelitos es un error. No se ajusta a la realidad que contemplan nuestros ojos. “Se apartan los impíos desde la matriz, se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Salmo 58: 3). Eso significa que los padres tienen que vacunar al hijo desde el mismo instante que tienen conocimiento que la madre está embarazada. Intercediendo por el hijo que está en camino ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Una vez nacido, tomándose seriamente la responsabilidad de instruirlo en los caminos del Señor. No es un inyectable lo que se introduce en el cuerpo del recién nacido, sino la Palabra de Dios con la esperanza de que el Espíritu Santo lo selle como hijo de Dios por adopción. Siendo así, la nueva criatura ha sido vacunada contra el virus de la corrupción. Ahora bien, si los padres no se han vacunado contra el virus del pecado porque consideran que Jesús es un mito incapaz de perdonar pecados, ¿quién lo va a hacer?
Una solución que no llega al meollo del problema que tratamos es la enseñanza religiosa en la escuela. Ello permite transmitir conocimientos sobre las religiones, pero no se vacuna a los alumnos contra el pecado por lo que el tentáculo de la corrupción sigue vivo y colendo.
En el mundo existen infinidad de dioses, pero un solo Dios creador del cielo y de la Tierra y de todo lo que en ella hay, sin descartar al hombre. Ese Dios único se ha dado a conocer por medio de los profetas. Llegado el cumplimiento del tiempo lo hace por medio de su Hijo único que se encarna en la persona de Jesús durante su ministerio público que duró unos tres años. Cumplido el tiempo se entregó voluntariamente para morir vicariamente para ocupar el lugar que les correspondía ocupar los pecadores que existieron, los que hoy hay y los que habrá mañana, para perdonar sus pecados y darles vida eterna. Una vez el alma de Jesús abandono su cuerpo fue enterrado para resucitar al tercer día. Jesús resucitado encargó a sus discípulos que a partir de Jerusalén llegasen hasta el último rincón de la Tierra enseñando todo lo que Él les había enseñado. Desgraciadamente son muy pocas las personas que creen que Jesús sea la vacuna contra el pecado y que corta el tentáculo de la corrupción.
Debido a la escasa respuesta que se da al mensaje de la cruz, el problema de la corrupción que ha motivado a prestigiosos periodistas y filósofos a tratar sobre ella, sin eliminarla, porque tratan el fruto y dejan indemne el árbol que lo produce. Sin la conversión a Cristo que hace que el pecador se convierta en una nueva persona que canina en novedad de vida, tendremos que aceptar convivir con la corrupción hasta el final del tiempo. Patalearemos. Hablaremos mal de políticos y jueces. Tendremos que proseguir la andadura por el camino que nos lleva a la muerte cargando con la pesada losa de la corrupción.
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