El humor en cualquiera de sus expresiones como lenguaje inteligente, y en tanto que valor comunicativo clave para subvertir aquellos contenidos deificados por los diversos poderes, se cristaliza en un dechado de optimismo colectivo cuando se rebela contra el miedo, y entra en espacios mentales embargados e irredentos todavía presentes, comprometiendo la acriticidad de una sociedad condicionada de antemano por décadas sin libertad y en constante apercibimiento del castigo.
La premiada viñetista Flavita Banana, hilvana sutilmente la incorrección cotidiana con guiños de trazo grueso para ganar profundidad en la idea que la perturba. Con ese respaldo honesto asumió escanearse y poner a examen su rasgo como conducta de ayuda. La profusa colaboración de la autora con la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) representa la oportunidad de abrir una ventana nueva al entendimiento de las causas sociales y a su realidad mediante la heurística gráfica del humorismo ocurrente que nos conecta con estímulos propios a la condición humana en los que todos nos reconocemos. Una experiencia, la de Flavita, propiciatoria para que la visión del activismo solidario confíe en la capacidad transformadora del humor, y sirva como medio para atraer nuevas inquietudes colaborativas y un mayor número de afectos.
La risa como tapiz terrenal de lo grotesco Hace veinte años la televisión pública vasca (ETB2) estrena: “Vaya Semanita “Un programa semanal de sketchs de humor político producido con la voluntad de restar seriedad a la vida política y su compleja realidad social. La influencia de los contenidos sirvió para desmitificar la ‘amenaza de los estereotipos’ y sacudir una categorización social sumamente descriptiva que hasta la fecha nunca antes estuvo expuesta a prácticas experimentales ni mundanas. El género cómico y burlesco fue el encargado de entrometerse en los automatismos cognitivo -afectivos del individuo en esa pétrea pero rentosa estereotipia institucional abriéndolo al consumo generalista. Del serial televisivo emergieron frases icónicas que unos y otros compartían con una sociabilidad desinhibida, alguna de ellas alusivas a temas tan comprometidos, como por ejemplo, la izquierda abertzale o el terrorismo de ETA.
Lejos de caer en estudios academicistas - que no es el propósito - , y en un intento más que voluntarioso de abstraerme de la ‘realidad descontada’, es decir, de aquellas otras creaciones de ficción con sesgos evidentes o los formatos diseñados ex profeso para obtener el control ideológico, y que explicarían la intención instrumental de ciertas producciones de legitimar un determinado estatus sociopolítico en momentos de especial atención, el humor, por encima de todo, seguirá abanderando nuestras emociones más ocultas. A pesar de que su triunfo se considera en ocasiones el resultado de la propia hegemonía política. Aunque no olvidemos que la risa moldea la turbación del momento y facilita la expresión de una catarsis sensitiva oculta. El humor sin duda es algo positivo para la sociedad, y es difícil resistirse a ello sin asumir el riesgo de volverse algo extraño.
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