Dina se va a China. Para Boluarte el volar es su nuevo arte. Ella va a Asia del 23 al 30 de junio. Este es el cuarto continente al que visita (antes estuvo en Sud y Norte América y en Europa) y también su quinto viaje presidencial.
Para que Dina pueda viajar al exterior, se viola la constitución. Esta establece que cuando el mandatario se ausenta del país, el puesto debe quedar delegado a alguien. Como ella carece de vicepresidente y no quiere darle la rienda del gobierno al presidente del Congreso (la entidad que, en los hechos, sí manda), su ausencia la suple con WhatsApp.
Ninguna de sus travesías han beneficiado al país (aunque tal vez sí, y bastante, para ella). Dina apareció con el presidente de EEUU y con el Papa, como una forma de querer presentarse como una gran figura. Al primero lo tuvo que "emboscar" pues no le quiso dar una audiencia privada y el segundo posó con ella mostrando disgusto.
En sus periplos, peruanos del exterior le han hecho protestas, mientras que ella ha lucido sus joyas, lo cual ha aumentado su impopularidad Dina, detenta la única presidencia del hemisferio y también en la historia del Perú en contar con solo 5% de aprobación.
Dina se va por toda una semana, sin que tenga un reemplazo y en medio de una crisis económica, judicial, política y delincuencial. Su tour demuestra que ella no es la que gobierna, sino que es una marioneta. Al congreso le conviene que Dina esté afuera para poder hacer lo que quiera para que luego ella avale todo.
Siendo vicepresidenta, Dina fue a la transmisión del mando de Colombia, pero ahora Petro la recibe con gestos pétreos. Ella no ha ido a ninguna otra juramentación presidencial: ni a la de Bukele (a quien quiso emular) ni irá a la de Sheinbaum (pese a que es la primera presidenta de la historia norteamericana). No quiere correr el riesgo de volver a ser depreciada.
En China no habrá protestas en las calles contra ella. Xi Jinping la invitó, pues su principal interés es transformar pronto a Chancay en el principal puerto del Pacífico sudamericano. Una costumbre china consiste en tratar bien a figuras en capa caída (como lo hizo con Nixon tras el Watergate) para aprovechar su debilidad y transformarlos en asociados suyos. Dina, quien ya es de Keiko una simple figurina, ahora quiere ser otra del país de las mandarinas.
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