La madrugada del 13 de junio, después de protestas, provocaciones, daños a personas y establecimientos comerciales, arrestos y tal atento a una decidida “aplicación” del protocolo de seguridad vigente en Argentina, el Senado, que representa a las provincias, aprobó por desempate la llamada “ley bases”. Se trata de una “ley ómnibus” que pretendía regular como proyecto originario, un temario extenso y pretencioso. Hasta incluía reformas a la LPA receptando jurisprudencia harto conocida en materia de procedimiento y acto administrativos. Lo aprobado en general vuelve, sin embargo a la Cámara de Diputados, y se debe esperar el debate en particular. Es decir, técnicamente aún no es ley, pero encamina. Luego de haber examinado por mi cuenta el primer proyecto de aquella larga norma que llegó a mis manos hace meses, con varios capítulos –algunos reiterativos del decreto de urgencia y necesidad 70/23-, observé que se trataba de un manifiesto cambio de rumbo político, algunos de cuyos ejemplos eran las privatizaciones de sociedades de estado, sociedades de economía mixta con participación estatal mayoritaria, etcétera (listado ahora reducido con motivo de las negociaciones entre el poder ejecutivo y el congreso), reforma previsional (ajustada también a la fecha); fiscal (habría habido cambios en el impuesto a las ganancias para evitar que la coparticipación perjudique a los contribuyentes en particular); incentivos a grandes inversiones y derogación de algunas normas de protección económica y promocionales. (Desde antaño, la promoción y el fomento son industriales, no instrumentos financieros. Esto implica una modificación sustancial en el sistema.) No culpo a la mayoría electa y los ingentes esfuerzos del gobierno por hacerse de lo que considera una herramienta para gobernar. Cada cual con su ideología y, suponiendo que todo ello implique buenas intenciones en el sentido de disminuir el malestar que nos aqueja (regularmente: somos argentinos…), lo que sí me molesta sobremanera es el estilo con que algunos presuntos expertos locales analizan y divulgan noticias como ésta. Por la mañana, no recuerdo el canal pues miro poco la televisión abierta, escuché que uno de ellos afirmaba algo así como “esta ley (todavía no lo es, en tanto no ha sido sancionada ni promulgada) implica una modificación relevante en las políticas públicas pero no necesariamente asegura un éxito de gestión para el gobierno”. Traducido por mí al tener en cuenta al ciudadano de a pie o al “gran público”, elija el lector el nombre que mejor le plazca: “el gobierno tendrá la ley aunque habría que ver cómo cambia la vida de los argentinos”. Que un analista político no distinga retórica de semántica sencillita, aunque sepamos de sobra que nada es “literal” en el lenguaje, y que hable de consiguiente con eufemismos, como si reducir la existencia de las personas y la vida jurídica a metáforas y frases difíciles demostrara que se es avezado en dispositivos del conocimiento, aburre y hasta indigna.
En definitiva, “from Monday to Friday”…: para el que trabaja a diario, se desloma estudiando y trata de hacer bien las cosas, lo que queda por resolver lo más rápidamente posible –esto sí debería exigirse a los cuatro vientos- es la cuestión económica argentina. Con la ley que se promulgue en definitiva y siempre y cuando los funcionarios del área se hubiesen designado en los ministerios al efecto y demostraran su sabiondez respecto de la realidad y percepción pública y domésticas. Pues la existencia no se mide desde el escritorio ni mediante estadísticas. No se mide, básicamente…
Así, a tanto especialista yo, que no lo soy en finanzas ni en economía y tampoco pretendo analizar la situación política de las naciones como si tan fácil, le aconsejaría aquello de que lo sencillo jamás excluye lo complejo. Conforme aquella conocida expresión de Augusto Monterroso, “lo más breve, tanto más hermoso”.
¡Feliz semana “from Monday to Sunday” para todos!
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