Nos encontramos en tiempos políticos difíciles. Los dirigentes de nuestro país no saben –o no se atreven- a poner remedio a una complicada situación. Una encrucijada de reclamaciones por parte de las diversas regiones españolas, unida a una ruptura interior de los partidos que hace tambalearse sus cimientos. Sin embargo, a lo largo de los próximos meses, el pueblo se olvidará de los problemas, asistirá a uno tras otro a eventos deportivos, ferias, festivales y festivales. Gastará hasta su último céntimo en unas vacaciones (las que sean) y se olvidará por un buen espacio de los problemas cotidianos. Lo de ayer fue un espectáculo. Una masa de malagueños de todas las edades asistió a un partido y celebraron una victoria pírrica como si se tratara de la final de la Copa de Europa. Los que no estuvieron en la Rosaleda corearon los goles de la selección española como si no hubiera un mañana. ¡Con qué poco nos conformamos! El malagueño de a pie se crece al ponerse una camiseta del Málaga y se siente como el Viberti de los viejos tiempos. Los españoles disfrutamos con los triunfos de la selección más que los propios jugadores. En los Juegos Olímpicos saltaremos todos junto a Ana Peleteiro, una morenilla gallega simpática como ella sola. Cuando llegue agosto, feria y toros coparán nuestros deseos. La gente corriente se siente feliz con poca cosa. Nos sentimos orgullosos con un par de medallas de lo que sea. Nos olvidaremos de que cuando llegue septiembre los problemas estarán ahí. Pero que nos quiten “lo bailao”. La llegada del verano es una buena noticia.
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