La desertificación y la sequía son fenómenos ambientales que, lejos de ser meros cambios en el paisaje, constituyen una grave amenaza para la economía global. Afectan fundamentalmente a la agricultura, pero su impacto se extiende a otros sectores como el turismo y la gestión de recursos naturales, poniendo en riesgo la subsistencia de millones y comprometiendo el desarrollo sostenible de numerosas regiones. En el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía analizamos las dimensiones económicas de estos fenómenos, con un enfoque particular en las pérdidas económicas en sectores y países específicos.
Impacto en la agricultura: la primera línea de fuego La agricultura sufre el impacto directo de la desertificación y la sequía. Según datos de la FAO, estos fenómenos amenazan más del 25% de la superficie terrestre global, afectando a más de 250 millones de personas. En África, por ejemplo, donde la agricultura constituye la principal fuente de ingresos para el 70% de la población, cerca del 45% del territorio está afectado por la desertificación. Esto se traduce en una disminución dramática de la tierra cultivable, con graves repercusiones económicas. En Nigeria, la expansión del desierto provoca pérdidas anuales millonarias, agudizando la inseguridad alimentaria y la pobreza.
Turismo: paisajes cambiantes y economías desmoronadas El sector turístico también padece los efectos de estos cambios ambientales, especialmente en regiones que dependen del encanto natural para atraer visitantes. El caso de España es ilustrativo; el país enfrenta sequías recurrentes que han llevado a restricciones de agua, afectando la oferta turística y disminuyendo el atractivo de destinos como Mallorca. En 2021, esta isla experimentó una de sus peores crisis de escasez de agua, impactando directamente en la industria hotelera y, por consiguiente, en la economía local. La disminución en la calidad de servicios y la restricción en el consumo de recursos disuadieron a turistas potenciales, provocando una disminución significativa en los ingresos del sector.
Otros sectores afectados Además de la agricultura y el turismo, la generación de energía hidroeléctrica y la silvicultura enfrentan desafíos. En Brasil, la sequía ha reducido la capacidad de los ríos para generar energía hidroeléctrica, crucial para el país. Esto no solo incrementa los costos de energía sino que también amenaza la seguridad energética nacional. La gestión de recursos acuáticos se ve igualmente comprometida, afectando la biodiversidad y la disponibilidad de agua para consumo humano.
Acciones y soluciones
Frente a este panorama, se están implementando varias estrategias para contrarrestar los efectos de la desertificación y la sequía. Proyectos de reforestación, innovaciones en sistemas de irrigación y políticas de manejo sostenible del suelo son algunas de las medidas adoptadas a nivel global y nacional. Estas acciones buscan no solo recuperar áreas degradadas sino también instaurar prácticas agrícolas y de gestión del agua que aseguren la sostenibilidad a largo plazo.
La desertificación y la sequía requieren de una acción coordinada entre naciones, empresas y comunidades. Es fundamental que los esfuerzos se intensifiquen para implementar soluciones que aborden tanto las causas subyacentes como los efectos inmediatos de estos fenómenos. La colaboración internacional será clave para desarrollar políticas efectivas que promuevan una gestión sostenible de los recursos naturales y minimicen las pérdidas económicas. Así, se podrá mitigar el impacto económico de la desertificación y la sequía, asegurando un futuro más próspero y resiliente para las generaciones venideras.
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