El lunes 1 de julio juró José Raúl Mulino como presidente de Panamá. Él ha prometido duplicar los salarios de su país para transformarlos en los más altos de Latinoamérica. Allí asistieron Felipe VI, rey de España, los mandatarios de nuestros vecinos Colombia y Ecuador, así como de otras naciones, incluyendo todas las presidentas de la región (Xiomara Castro de Honduras y Sandra Mason de Barbados), con excepción de Dina Boluarte.
Estas tomas de posesión son una buena ocasión para estrechar lazos con los países que participan en dichas ceremonias. De Panamá salieron las expediciones castellanas que conquistaron al Perú y le dieron su actual nombre. Empero, el Perú fue el único país históricamente cercano a este que no envió a un presidente, vicepresidente o canciller.
En los 19 meses que lleva Dina en palacio, ella mantiene congelados a los magros salarios peruanos y ha hecho 5 viajes al exterior, pero nunca a ningún traspaso de mando. No ha ido al de Argentina, el país hispano más extenso, como tampoco piensa ir al de México, la república hispana más poblada.
La última vez que Boluarte fue a una toma presidencial fue a la de Gustavo Petro en Colombia hace 2 años. Entonces ella era la vicepresidenta, aunque su participación fue opaca. A diferencia suya (que fue una desconocida colocada a dedo por Vladímir Cerrón en la plancha presidencial y que no hizo campaña en la primera vuelta), la vicepresidenta colombiana (Francia Márquez) es una reconocida lideresa social que llegó a su puesto sacando muchos votos en las internas de la coalición ganadora. Bogotá no quiere saber nada de Dina, a quien la ven como una usurpadora. Al igual que México, quisieran reconocer solo a Castillo como presidente constitucional.
Dentro de las democracias representativas de la región, Dina es una excepción. No ha sido electa directamente por la población. Solo tiene un 5% de aprobación. Mantiene a su cabeza de fórmula en prisión. Gobierna con el programa de la anterior oposición.
Lima no mejora sus vínculos con su entorno. Hoy Dina se lo juega todo a convertirse en la nueva virreina de China.
Si el presidente Augusto Leguía (1919-30) fue quien hizo que el Perú sea una dependencia de EEUU, Boluarte ayuda a que Pekín aquí empiece a tener un poder sin fin.
En su vecindario a los peruanos de cariño se les dicen "patitas", pero Dina se empeña en ser toda una patita fea.
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