Una vez que entra el verano es habitual que tengan lugar las festividades de los diversos pueblos que están cerca y lejos de nuestra residencia habitual. Durante esta época es cuando cientos de visitantes acuden a lugares que, de otra manera, no acudirían y es que el reclamo es el de la verbena, la música, los juegos, las cenas, las peñas y las noches interminables donde el alcohol no tiene fin. Es aquí cuando los pueblos se llenan de turistas de las zonas aledañas, cuando los familiares deciden venir a visitar a sus allegados, cuando los amigos se animan a salir de su rutina habitual para disfrutar de algo completamente distinto de lo que se pueda encontrar en la ciudad.
El problema es cuando las fiestas sólo se basan en una libertad que excede a veces, de ciertos límites. Son las fiestas, sí, pero aun así el respeto debe estar presente. Pertenecer a una peña es divertido, sí, pero debe entenderse que no se está solo. Beber de forma intensa es responsabilidad de cada uno, pero sin molestar y dejar vasos de plástico en las ventanas de casas ajenas o decenas de botellas en el suelo. Disfrutar es una opción, pero sin gritar en altas horas de la madrugada despertando a toda la vecindad.
Y se podría decir que cuando hablamos de todo esto estamos haciendo mención a jóvenes que están en edad de vivir todo intensamente pero es que, hoy en día, hemos retrocedido con respecto a las ideas de generaciones anteriores donde todo el mundo actuaba acorde a su edad y etapa vital. Ahora no, ahora tenemos esa tendencia de hacer cosas que deberíamos haber dejado de hacer años atrás. Personas de 50 o 60 años que actúan de la misma manera en las fiestas de los pueblos como lo puedan hacer los de 20. Familias tomando copas en los bares sin saber dónde están sus hijos por el simple pretexto de que el pueblo es más seguro que la ciudad. Madres y padres borrachos con niños pequeños a altas horas de la madrugada. Personal funcionario y hasta el propio alcalde o alcaldesa del ayuntamiento vestidos con atuendos de peñas y bebiendo sin parar dejando a un lado su rol perdiendo así todo tipo de respeto. Y la pregunta es, ¿es esto normal? ¿es lógica la actitud que la sociedad está tomando?, ¿estamos entendiendo la transformación que se está produciendo?, ¿o es que quizá a medida que uno se va haciendo mayor se infantiliza un poco más para no asumir la edad que tiene?
Y es que según a quién le preguntes te podrá contestar de una manera u otra; algunos que es una forma de salir de su rutina y hábitos diarios, otros que la edad es sólo un número y los que más, que es lo normal en las fiestas y que todo el mundo lo hace.
Las fiestas de los pueblos son una tradición que se va haciendo desde hace años, con su pregón, su misa, su procesión, actividades y música. Son días de diversión donde la gran mayoría se conoce y se reúne, pero eso era hace años atrás. Ahora se ha convertido en fiestas de noche, donde la gente cena y bebe en terrazas y peñas y es por el día cuando duerme para que llegue de nuevo, la noche, y volver a disfrutar de las fiestas del pueblo. Todo aquello que ocurre durante el día da exactamente igual porque la resaca y el ocio nocturno no deja entender y ver que las fiestas de los pueblos son mucho más que eso, es conocer su tradición, su folclore, su música, sus días especiales, su virgen, sus ferias del ganado o de artesanía.
Poco a poco, se puede ir viendo como las peñas originales han desaparecido. Aquellas que fueron fundadas en los inicios, no las de ahora donde lucir un bonito atuendo marcando cuerpo y que resalte bien el nombre o tener un local para beber es más importante que el significado real de por qué se crearon las peñas en estos lugares.
Y esto es sólo una pequeña parte más que evidencia que la sociedad también en los pueblos está cambiando porque pueblo y ciudad se mezclan durante unos días debido a las visitas que recibe, pero no hay que olvidar que el pueblo como tal tiene una esencia especial que las ciudades no tienen. El pueblo es un lugar diferente con gente que lo hace así, pero la pena es que, durante esos días de fiesta, el mismo pueblo tenga como resultado el comportamiento irrespetuoso de los jóvenes y no tan jóvenes que puede suceder de forma similar en las grandes ciudades. Es, por lo tanto, cuando deberíamos preguntarnos si las fiestas de los pueblos nos dan derecho a actuar como queramos por el simple hecho de que tenemos la excusa de que estamos en las fiestas.
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