La norma española, que una joven española de 16 años puede decidir abortar sin el consentimiento de sus padres, consagra la idea de que la auténtica libertad consiste en no tener vínculos, de que la responsabilidad es una atadura que nos esclaviza y de que la reflexión compartida no es más que un impedimento. Además, subyace la idea de que los padres, aquellos que con un proyecto de vida en común han amado y sostenido a una hija hasta la edad de 16 años, pueden convertirse en sus principales enemigos. Ningún Estado puede ni debe entrometerse en la vida familiar y esta ley, tan injusta como insensata, no solo es un atentado contra la vida, que claramente lo es, sino contra la verdadera libertad.
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