En Francia, a una cultura hermética, producto de una laicidad abstracta, que obliga a los emigrantes privatizar sus referencias religiosas y culturales, a todo eso se añade una política de vivienda nefasta. Los migrantes han ocupado durante décadas los barrios creados en su momento para los trabajadores franceses más desfavorecidos. La política social de vivienda, paradójicamente, ha creado guetos. La situación en España es diferente. Estamos todavía en la segunda generación, la presencia de latinoamericanos suaviza la diferencia cultural y parece que no hay tanto sentimiento de frustración entre los extranjeros. En cualquier caso, lo sucedido en Francia es un buen aviso. La integración será una tarea de importancia creciente. Son necesarias buenas políticas sociales y políticas que no fuercen a privatizar las referencias de significado de los que han llegado de otras tierras.
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