España no solo tiene capacidad para hacer frente a las llegadas de migrantes a las islas Canarias; necesita aportaciones como las que vienen a ofrecer estos jóvenes, que buscan una vida mejor y quieren ayudar a las familias que dejan atrás. Muchos lo consiguen, pero a costa de un enorme sufrimiento humano en las rutas migratorias y de fuertes tensiones sociales en las sociedades de destino. Por eso es tan necesaria una adecuada regulación de este fenómeno, por supuesto desde la cooperación entre las distintas regiones de España, que difícilmente pueden reclamar solidaridad al resto de Europa si ellas mismas no dan primero ejemplo.
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