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Otoño, que no es poca cosa

Una estación para andar con mimo y cuidado
José García Pérez
viernes, 23 de septiembre de 2016, 08:51 h (CET)
Ya es otoño, que, por cierto, no es poca cosa al menos para mí, pues el invierno es frío, el verano caluroso, la primavera la dejo para los cursis y yo me acurruco, ves que me gusta la palabrilla, en el columpiar de las hojas de los ficus por el malagueño Paseo de los Curas.

Una estación para andar con mimo y cuidado por entre ese crujir de lágrimas de árboles que nos acarician en el columpio de la contemplación. Fíjense si no es para volverse loco: el PP anda buscando seis votos para seguir gobernando, “Podemos” se debate entre seducir o meter miedo al personal, el PSOE de Sánchez se ha instalado en el “no” como sagrada palabra, Ciudadanos busca con pactos a derecha e izquierda un lugar responsable en el escenario político, mientras los independentistas catalanes, Oriol y Puigdemont estudian la manera de quebrar la unidad de España.

Eso en política, porque en poesía, el Grupo Málaga que fue concebido como un flagelo para endiñar verdades al poder institucional, asoma su nuevo careto en un lamentable casorio con las instituciones con poderío para buscar una migaja de poder; ¡ay Dios! en que se ha convertido el nuevo grupillo.

Sin embargo, otoño en el amor es una vorágine a tener en cuenta; ahí tienen, por ejemplo, a una poeta que va por libre, de nombre Ana Vivero, y que escribe: “De una noche contigo/ hago yo un amor para toda la vida”; y se queda tan pancha después de escribir un milagro poético.

Otoño es el alcanfor llevado a su más bella expresión, o sea, la búsqueda sin límite de aquello que teníamos encerrado bajo llave y candado, ya saben: el celeste jersey, la negra gabardina de los grises días, la puesta en marcha de un nuevo proyecto y el redescubrimiento del amor, porque el amor es el único milagro que se recicla y se redescubre en los los misteriosos límites del otro.

Desde mi corta modestia les invito a deambular por la Plaza del Asombro, ese lugar donde las fogatas de antaño se convierten en apacibles chispas de estrellas de aquello que creíamos fenecido.

No lo duden: vivan el otoño en todo su amarillento esplendor.

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