La presión de los cayucos y la crisis de acogida en Canarias y en Ceuta han puesto sobre la mesa el tema peliagudo de la migración, sobre el que es muy difícil hacerse una idea debido a las múltiples aristas del fenómeno. Aunque a algunos no les importa afirmar, tal vez porque lo creen, que ciertos grupos hacen uso de ella, la migración, para islamizar España; es posible y preocupante. No obstante, quien sale de su pueblo o ciudad dejando todo y arriesgando la vida no lo hace (en la mayor parte de casos) por afán de hacer daño a nadie o aprovecharse de otro país, sino porque en la propia tierra no es posible vivir. Hay que tener conocidos que han inmigrado o emigrado para aproximarse al desgarro que supone dejar la familia, las amistades, la propia cultura. La migración es un drama cuando no una tragedia, y meter a todos en un mismo saco atendiendo a quienes optan por ella desde una sospecha sistemática resulta injusto.
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