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El rey, la vedette y los espías

Todos estos escarceos sexuales de la saga Borbón no tendrían mayor importancia si tan sólo fueran escenas de cama
Rafa Esteve-Casanova
martes, 15 de octubre de 2024, 09:52 h (CET)

Estalló la bomba, lo que muchos conocían desde hace años y fueron obligados a silenciar. El ex rey de España, y ex Jefe de Estado, para no afrentar al apellido Borbón, ha sido un “picha brava” durante decenas de años, y, a mayor abundamiento, los españoles le han pagado, al menos, una de las amantes vía fondos reservados con la complacencia de dos Presidentes del Gobierno: Felipe González y José María Aznar


Las reales historias de cama de Juan Carlos I no tienen ninguna importancia, lo lleva en el ADN borbónico desde tiempos ancestrales. Se dice que su tatarabuela  Isabel tenía escarceos de cama con más de un militar, incluso se habla que el padre de Alfonso XII fue un militar valenciano de Ontinyent. Su bisabuelo, Alfonso XII, a pesar de morir joven, le faltaban tres días para cumplir los 28 años, además de dos matrimonios tuvo dos amantes, cantantes de ópera ambas, y con una de ellas, Elena Sanz y Martínez de Arizala tuvo dos hijos Su abuelo, Alfonso XIII, tuvo cinco hijos fuera del matrimonio, era un gran admirador y coleccionista de pornografía. Con estos antecedentes familiares es de lo más normal que Juan Carlos I dedicara su tiempo libre, que en el caso de un rey debe ser mucho, a coleccionar amantes, para él un trofeo más de caza.


Todos estos escarceos sexuales de la saga Borbón no tendrían mayor importancia si tan sólo fueran escenas de cama, por València decimos que “dels pecats del piu Nostre Senyor se’n riu” (de los pecados del pene Nuestro Señor se ríe), cada cual puede hacer lo que quiera, es tan bonito el amor. Pero la cosa cambia cuando, quien paga al final los escarceos monárquicos, son los ciudadanos de a pie.  Y eso es lo que ha pasado, al menos en esta ocasión con Juan Carlos I y sus “revolcones” con la vedette Barbara Rey. Qué la vedette y el monarca tenían sus tets a tets encamados era cosa conocida. Pero ningún editor de ningún medio de comunicación se atrevía a hacerlo público. Sobre todos ellos pendía la espada de Damocles de la prohibición porque de los devaneos del Rey nadie podía hablar bajo pena de ser callado para siempre. Metafóricamente, claro.


Juan Carlos cayó en la trampa como un vulgar cadete de academia y entre orgasmo y orgasmo se convirtió en un bocazas mientras la vedette iba grabando todas sus confidencias, tanto familiares como opiniones propias de su cargo como Jefe de Estado. Ahora estas grabaciones han sido hechas públicas en un medio periodístico con tendencia hacia la extrema derecha como es OK Diario, debidamente expuestas  al gran público desde Tele 5 y otros medios que se han subido al carro  de la noticia. El hijo de la vedette se pasea por uno de los programas de Tele 5 haciendo caja y contando las interioridades sobre la grabación de las cintas y la toma de las fotos en las que se ve a Juan Carlos y Barbara muy acaramelados. La vedette, se hace la ofendida y acusa al hijo de haberle robado este material mientras  Manos Limpias  la acusa en el juzgado de revelar secretos oficiales. Señores de la ultraderecha han errado el tiro, a quien deben denunciar por revelación de secretos oficiales es a su estimado rey emérito, es quién en cama ajena ha ido hablando más de la cuenta, tal vez obnubilado por las redondeces de la vedette.


Creo que en todo este vodevil la televisión está hurtando al gran público las partes más interesantes, para mí las únicas que tienen interés, cómo ha sido posible que se hayan pagado centenares de millones de pesetas para tapar los líos de cama del monarca, qué implicación tenían Felipe González y José María Aznar, presidentes del Gobierno por aquel entonces, en la autorización de estos pagos,  a cuánto asciende realmente  el importe del chantaje que por su silencio se pagó. Es preocupante el lugar que en todo este embrollo ocupan los “espías” del CESID, que han quedado con el culo al aire cuando han dejado sin descubrir que en el dormitorio donde el Jefe del Estado se encamaba con su amante había instalado todo un sistema de grabación para que no se escapara ni una palabra de las dichas entre aquellas sábanas.  Así hemos conocido de primera mano que Juan Carlos y Sofía no hacen vida marital desde hace años y que su presencia juntos siempre ha sido un paripé para engañar a la gente con su apariencia de familia feliz. Con sus opiniones sobre el general Armada el rey emérito confirma la sospecha que desde el primer día se tiene sobre su participación en el golpe de estado del 23-F, no salvó la democracia, se salvó él mismo. Tampoco es creíble el silencio del actual rey, nadie puede creer que desconociera la situación familiar y los escarceos paternos con diversas damas durante muchos años. Aquí nos ha engañado toda la familia, empezando por Sofía, la reina emérita, y acabando por los hijos. Todos callaban porqué a todos les interesaba seguir con su tren de vida y no airear los trapos sucios de la familia.


Y ante todo esto creo que ha llegado la hora de preguntarnos si una institución obsoleta como la monarquía sirve para algo. Está claro que una monarquía instaurada por el dictador Franco hasta el momento sólo ha servido para tener un Jefe del Estado, Juan Carlos, que ha amasado una increíble fortuna haciendo de comisionista de diversas empresas, faceta también innata en el ADN Borbón, que ha sido un defraudador fiscal amparándose en el paraguas de su inviolabilidad que en realidad ha sido una impunidad ante sus delitos fiscales y que, finalmente, ha trasladado su residencia a Abu Dabi donde ha establecido su domicilio fiscal para no tener que responder, caso que se alguien se atreva a demandar que justifique el origen de su millonario patrimonio, que ahora trata de ocultar al Fisco español bajo la figura de una Fundación que rescate su buen nombre. 


Ha llegado el momento en que es necesario desclasificar los documentos calificados como secretos sobre estos temas y el 23-F, y, especialmente, ha llegado el momento de plantear un referéndum en el que se pregunte a los españoles en qué sistema político quieren vivir, si en una monarquía en la que el único mérito para ser Jefe del Estado está marcado por el nacimiento o en un sistema republicano donde los ciudadanos tienen el deber y el derecho de elegir cada cuatro años la persona que ostenta el cargo de Jefe del Estado. Delenda est monarquía. 

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