La cifras son contundentes y optimistas. España alberga la mayor diversidad de especies de Europa y se ha consolidado como uno de los 25 puntos clave calientes de biodiversidad a nivel mundial. La considerable extensión de su territorio, su variada configuración geográfica (península, islas, orografía), su exposición a influencias climáticas diversas (atlántico-cantábrica, mediterránea), y su compleja historia biogeográfica, explican esta alta biodiversidad, junto con la larga y fecunda historia agro-cultural de sus variados pobladores.
El 32% del territorio está cubierto por bosques y selvas y el 17.3% está legalmente protegido. En estos ecosistemas viven más de 70.000 especies de fauna, la mitad de todas las que viven en Europa y 9.000 especies de plantas vasculares.
En total España alberga más de 85.000 especies de animales, hongos y plantas, lo que supone el 54 % de las especies que habitan en Europa y cerca del 5 % de las especies conocidas. Entre ellas, algunas, como el águila imperial o el lince ibérico, sólo viven en la Península Ibérica. La variedad de hábitats de nuestro territorio también es muy alta: de los 226 tipos reconocidos como de alto interés por la Unión Europea en su Directiva Hábitats, el 54% están ubicados dentro de las fronteras españolas.
Pero no todo son buenas noticias, la última Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) recoge que España concentra el mayor número de especies amenazadas de Europa. Así, están en peligro crítico el lince ibérico, la foca monje, el visón europeo o la pardela balear. Según esta lista, en España sobreviven 552 especies camino de la extinción, doblando a la siguiente en la lista europea: Grecia, con 286 especies. Claro que, como se ha mencionado, España alberga una gran cantidad de especies, más que cualquier otro país europeo, es lógico que también sea la que tiene más especies en peligro.
Para presentar la situación actual y, sobre todo, buscar soluciones de futuro, cuatro destacadas organizaciones y fundaciones se han unido en un evento organizado por The European Nature Trust (Paul Lister, Andrew Bennet y Jacob Dykes) y coordinado por la eficiente Marian Gómez-Campoy de MGC&Co, que ha reunido a líderes conservacionistas para celebrar los logros en la protección del lince ibérico, el oso pardo y los espacios protegidos del país, representando a las fundaciones CBD-Habitat (Nuria El Khadir Palomo), Fundación Oso Pardo (Guillermo Palomero) y la campaña Nuestros Espacios Protegidos (Ignacio Jiménez). La interconexión entre la naturaleza, la cultura y la sociedad ha sido uno de los ejes principales del evento, destacándose la importancia de los paisajes salvajes no solo para la biodiversidad, sino también para la cultura española.
Recuperación del lince y el oso
Durante el evento, se han resaltado los avances logrados por los proyectos de conservación, como la recuperación del lince ibérico, cuya población ha crecido de menos de 100 ejemplares a principios de los 2000, al borde de la extinción, a más de 2.000 en la actualidad y de estar al borde de la extinción a ser ahora "solo" vulnerable. El felino es el más amenazado del planeta y del que menos ejemplares quedan en el mundo. El lince ibérico es una especie emblemática de un ecosistema único en el mundo: el monte mediterráneo, por lo que la conservación del lince ibérico contribuye a la conservación del conjunto de la biodiversidad asociada a este ecosistema. La presencia de linces es un indicador de las condiciones del hábitat son buenas.
Lince
Curiosamente para la recuperación del lince es fundamental la recuperación también del conejo, que también tiene sus propios problemas, ya que constituye el principal menú, y casi único, del lince. El lince es un exquisito cazador, pero basa su dieta en una única presa, el conejo de monte, una especie clave y decisiva para la supervivencia del lince y para el mantenimiento de la biodiversidad del monte mediterráneo. Durante los últimos 70 años, las poblaciones de conejo han sufrido declives acusados en toda la península ibérica debido a una serie de enfermedades víricas. Esto ha impactado directamente en otras especies, entre ellas el lince ibérico. El desafío es conservar y aumentar la población de linces y también recuperar las poblaciones de conejo de monte como sustento fundamental del lince y otras especies emblemáticas del monte mediterráneo. Una simple cuenta da idea del problema: 2.000 linces a un conejo diario suman 730.000 conejos al año... pero, además, el conejo también gusta al zorro, la comadreja, el lobo, el gato montés, el jabalí, el búho real, el águila imperial y otras aves rapaces... así hasta más de 40 especies de aves y mamíferos, además del cazador humano.
Foca Monje
También se han conseguido buenos resultados con el águila imperial y la foca monje del Mediterráneo. Del mismo modo, el oso pardo cantábrico, que fue perseguido hasta casi su extinción a finales del siglo pasado, ha experimentado una notable recuperación, pasando de menos de 60 individuos en la década de 1990 a más de 370 hoy en día. En ambos casos ha sido fundamental, también, la creación y protección de espacios protegidos, que producen, almacenan y depuran nuestra agua, mantienen los suelos de los que proceden nuestros alimentos y producen el oxígeno que respiramos. Mitigan los efectos del cambio climático y el calentamiento global, dos de las mayores amenazas a los ecosistemas que nos rodean, almacenando millones de toneladas de carbono; a la vez que albergan a las especies que constituyen la rica biodiversidad de nuestro país.
Águila imperial
La conservación y protección son importantes, pero también la recuperación. Se pueden proteger los ecosistemas con una legislación o información a la ciudadanía, pero regenerar espacios naturales se debe hacer mediante la plantación forestal o incluso eliminando especies invasoras, la protección debe implicar actividades como educación ambiental para lo que es imprescindible el ser humano que también obtiene ventajas de ello; numerosos estudios muestran cómo el contacto frecuente con la naturaleza es esencial para la salud física y mental, a la vez que las áreas naturales ofrecen oportunidades de ocio y diversión, y generan oportunidades de empleo a los habitantes de las regiones menos pobladas. Los impactos positivos de la protección y regeneración de ecosistemas además de beneficiar al medio ambiente y a la población, ayudan a la economía y al desarrollo rural porque atrae el turismo.
Es cierto que hacer compatible la conservación de los paisajes, la protección de ciertos espacios, recuperar especies en peligro, animales y vegetales, y mantener la biodiversidad con la carrera desenfrenada en muchos lugares por conseguir más y más turistas y superar cada año las cifras del anterior, no es tarea fácil, pero ese es el reto que tenemos delante y que hay que superar.
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