El día a día constante nos hace vivir de forma automática y, en muchos de los casos, sin apenas darnos cuenta de cómo pasan los días o las semanas. Estamos inmersos en una sociedad donde todo el tiempo tenemos que estar ocupados, con retos, con la búsqueda del cumplimiento de las expectativas…, es decir, tenemos que tener la mente y el cuerpo siempre activos porque es lo que se espera de nosotros, o más bien lo que la sociedad nos impone como seres que pertenecemos a esferas sociales.
Durante el año realizamos labores de trabajo o de la búsqueda de él, de estudios, de ayuda a familiares. Durante los diversos meses estamos pensando qué podemos hacer o no, cuándo tenemos huecos para nosotros o los planes que se solapan por falta de horas en el reloj. Estamos inmersos en una constante que no nos deja, a veces, pensar de forma libre porque las obligaciones y responsabilidades nos hacen perder la noción de hacer lo que verdaderamente queremos o sentimos.
Y es que puede llegar el verano o, simplemente, llegar un momento en el que contemos con tiempo de calidad y cuando llegamos a ese punto, debido a la inexperiencia o a la falta de tiempo que siempre hemos tenido, puede suceder que no seamos capaces de disfrutar de esos instantes libres tan ansiados de los que habitualmente hablábamos con nuestros allegados y amigos.
Cuando no tenemos obligaciones parece que estamos perdiendo el tiempo de cara a la galería, pero es que también nos han hecho creer de forma inconsciente, que no podemos dedicarnos horas de descanso, paz y tranquilidad porque daría la sensación de que estamos perdiendo el tiempo. Y eso no debería ser así, porque las personas necesitamos momentos de relax en los que no hacer nada o en caso de hacerlo, invertirlo en un ocio individual o incluso, en solitario en el cual no necesitemos a nadie más porque podemos disfrutarlo sin compañía y no de cara a la sociedad.
No tener nada que hacer no es malo y contárselo a los demás, tampoco. Tener tiempo libre y no invertirlo en las típicas actividades que elige todo el mundo, no es ser raro. Tirarse una tarde en casa leyendo, viendo la televisión o simplemente, no querer salir con nadie por quedarse uno descansando, no es ser diferente. Irse de vacaciones y no tener cada milímetro organizado para poder ver la ciudad a tu antojo, no es perder el tiempo. Cada uno tiene su manera de interpretar y de gestionar sus momentos libres. Cada persona que conforma la sociedad es diferente, aunque la mayoría de las veces nos hagan sentir mal si no nos comportamos como ovejas que siguen a su rebaño.
Por eso, en todo esto, lo más importante es el respeto hacia el otro, donde por no pensar igual que yo o aprovechar el tiempo en las mismas cosas en las que las invierto yo, catalogarlo como malo o raro.
Cada uno realiza las actividades que quiere cuando puede porque la vida siempre está llena de responsabilidades y obligaciones de las cuales no nos podemos desprender porque vienen asociadas a la palabra “vida”. Algunas de estas obligaciones las haremos con gusto mientras que otras, nos podrán llegar a agobiar y es por eso, por lo que debido a la trayectoria vital que a cada uno nos haya tocado vivir, actuará de una forma u otra en los momentos libres de los que disponga.
Y por llenar de actividades el tiempo libre, no es aprovecharlo mejor, ya que alguien que no lo haga, quizá le genere más descanso que aquel que no ha parado. Todo es cuestión de actitud y de lo que a cada uno le reconforte de verdad sin pensar en lo que dirán o pensarán porque si estamos atentos de esto último, la gran mayoría de las veces no podríamos seguir adelante porque las personas y la sociedad en su conjunto tiene la tendencia a comentar, decir o criticar, de todo aquello que hacen o no hacen los que se encuentran más cerca de su círculo social.
Por eso mismo, lo mejor es vivir como uno quiera y, sobre todo, emplear el tiempo libre en “algo” que llene y no que vacíe por aparentar.
|